No era necesaria ninguna prueba. Pero por si acaso, Messi jamás deja lugar a dudas. Ahora comprenderán por qué Argentina ha hecho de Leo un asunto de interés nacional. Ayer, sin que el azulgrana realizara uno de sus mejores encuentros, resultó decisivo para levantar a una apagada selección albiceleste en el debut olímpico.

Ganó Argentina a Costa de Marfil (2-1) gracias a un gol de Messi, tras un milimétrico, quirúrgico y sobrenatural pase de Riquelme. El segundo no fue suyo (lo marcó Acosta), pero como si lo fuera. Pero en el segundo, cuando Argentina estaba ahogada, apareció Messi para rescatarla de la perdición. Por eso lo quieren tanto. Y lo necesitan tanto. Sacó Leo rápido una falta, hizo una electrizante pared con Riquelme y quebró las manos del portero africano, pero Acosta llegó a tiempo para que todo acabara en gol y un país respirara aliviado.

BRASIL, CON APUROSLa canarinha también sufrió para derrotar a una indefensa Bélgica (1-0), pero hubo una sustancial diferencia, porque mientras que Messi ejerció de Messi, Ronaldinho no ejerció de Ronaldinho. O para ser más justos, sí fue fiel a lo que ha sido hasta ahora, una copia mala del jugador que maravilló al mundo hace apenas dos años. Pero el fútbol no perdona ciertas actitudes y aunque es verdad que Ronnie está ahora más delgado, el juego celestial no regresa al bajar del peso.

En Brasil, sin embargo, no están tan tranquilos. Tienen a Ronaldinho, pero es aquel que se paseó por el Camp Nou en las dos últimas temporadas. Y siempre a balón parado. Tres faltas, una bicicleta ilusionante por la banda izquierda. Casi nada, pero tuvo suerte de que Hernanes, el centrocampista del Sao Paulo que pretendía fichar el Barça, soltara un latigazo cuando Bélgica ya jugaba con 10. Y la torcida, que dormía del aburrimiento, se despertó de golpe.