Por la mañana, descalzo. Por la noche, con botas. Por la mañana estuvo caminando por la playa privada de un lujosisímo hotel de Abu Dabi. Por la noche corría en un singular estadio de fútbol con un exclusivo palco para la familia real. Por la mañana, en la arena. Por la noche, en la hierba. Así pasó ayer el día de Leo Messi. Por la mañana, cojeaba todavía del esguince en el tobillo derecho que padecía hoy hace justo una semana en Kiev. Por la noche, jugaba con normalidad, participando en el entrenamiento como si fuera uno más. Sin quejarse de nada.

Messi pasó de vivir una mañana en la playa como si fuera un turista a disfrutar de lo que más le gusta: reencontrarse con la pelota.

Al principio, fueron las manos del fisioterapeuta Jordi Brau las que comprobaron la estabilidad de ese dañado tobillo, mientras Messi correteaba por la arena, una superficie irregular y blanda que le venía de maravilla. Estuvo casi una hora cerca del mar y para terminar nada mejor que un chapuzón. Entonces, las sensaciones fueron buenas. Mejor de lo que parecía inicialmente.

Así se lo transmitió Brau a Guardiola. Pero sin forzar, sin correr ni un riesgo innecesario. "Leo está mejor, muchísimo mejor", explicó sin querer dar pistas. Cree que lo mejor sería que se quedara hoy inicialmente en el banquillo. Pedrito sería titular. Y solo en caso de extrema necesidad se le haría salir.