Luis León Sánchez era la cara de la felicidad absoluta en la meta de Saint Flour. Sonrisa ancha también en el rostro de Thomas Voeckler, el niño mimado del ciclismo francés, jersey amarillo, el no va más. Su director, Jean-René Bernardeau, sacaba pecho, porque él manda mucho, hasta el punto de haber obligado a las autoridades de su región, La Vendée, a retirar de los carteles oficiales la imagen de Alberto Contador en amarillo y sustituirla por la de Voeckler, como si fuera una premonición.

El público aplaudía alocadamente. Con Voeckler de amarillo, el Tour 2011 vale la pena. Pero detrás de ellos --y de eso no tenía la culpa Luisle Sánchez-- había mucha gente cabreada, sobre todo el ciclista español Juan Antonio Flecha, que fue literalmente arrollado por un vehículo oficial de la televisión francesa cuando circulaba en la misma fuga de Sánchez y Voeckler. El coche pudo haberlo matado.

El conductor adelantó a los fugados y se llevó por delante a Flecha y al holandés Johnny Hoogerland, que salió violentamente expulsado de la carretera para quedar clavado como una bestia de rapiña en unos alambres de espino.

Y pasó en el descenso del Pas de Peyrol. "La curva debería haber sido señalizada para que nosotros nos percatáramos de que era peligrosa", protestó Contador al término de la etapa. Pero no había indicación alguna. La caída fue brutal. Huesos rotos por todas partes con seis ciclistas evacuados al hospital, entre ellos dos estrellas: el kazajo Alexandre Vinokurov (fractura de fémur) y el belga Jurgen van den Broeck (fractura de omoplato).

Vinokurov se precipitó por un barranco y tuvo que ser rescatado por sus compañeros del Astana. El resto de heridos de la jornada (el vasco Amets Txurruka se rompió la clavícula) quedó tendido en el asfalto. El pelotón no ganó para sustos. Tampoco Contador se libró de las caídas. En una semana de competición ya se ha ido al suelo 3 veces. Se espera que no haya ya más.