Del cuello de una menuda y rubia tiradora vizcaína colgaba ayer a mediodía la primera y única medalla española después de tres días de competición en los Juegos de Atenas. La dueña del metal era una jubilosa bilbaína de 34 años llamada María Quintanal Zubizarreta. De ella se esperaba un éxito y no falló, al proclamarse subcampeona en la modalidad de trap o foso olímpico. Tras recibir la felicitación de la reina Sofía, no dudó en exclamar: "Me siento como si fuera Letizia aunque sólo sea por un día". El eco mediático de su medalla justificaba las palabras.

Emoción

Fue una plata con suspense, y eso que Quintanal apuntó desde primera hora con idéntica seguridad a los platos y al metal. Hizo la mejor marca de la ronda inicial, con 24 aciertos de 25 disparos, que nadie superó en toda la matinal. Luego sumó 19 y 22, con lo que accedió con el segundo mejor registro (65) después de las tres series de 25 tiros cada una. Estaba a un punto de la australiana Ballogh (oro) y tenía tres de ventaja sobre sus perseguidoras. Con 19 puntos en la última tanda, mantuvo siempre ese puesto pese al acoso persistente de la coreana Bo Na Lee (bronce).

Tras su último y celebrado acierto, en el que se jugaba la plata y evitar una muerte súbita a un solo disparo con la coreana, la española dejó ir toda la emoción contenida en más de cuatro horas y media de competición. Quintanal lanzó con rabia el cartucho hacia la jaula donde se depositan tras cada disparo, sonrió abiertamente y levantó con los dos brazos por encima de su cabeza la escopeta de precisión que casi abulta tanto como ella. Mide 1,55. Se abrazó con José Luis Pérez, el entrenador de la selección. "No sabía que la coreana era la tercera, y hasta el último tiro sólo estaba al tanto de que la australiana iba destacada", explicó.

No era el día ideal para abatir unos platitos de color naranja que casi ni se ven porque salen disparados a toda velocidad de un foso situado en el suelo, a escasos metros de las tiradoras. Hacía un viento de mil demonios en el centro de tiro de Markopoulos, emplazado en una extensa loma más propicia para montar torres eólicas que una zona de tiro. "Con este viento la final era una lotería. Los platos se movían mucho cuando salían del foso. Pero era igual para todas", explicó.