Era inútil que por radio le aconsejaran que redujera el ritmo. Daba igual que, a falta de 15 vueltas, acumulara una ventaja de un minuto sobre el segundo. Lewis Hamilton no solo quería vencer, necesitaba humillar. Con el triunfo en el bolsillo mantuvo un ritmo infernal bajo la lluvia hasta doblar a Fernando Alonso, su enemigo del año pasado; a Kimi Raikkonen, su gran rival esta temporada, y a Heikki Kovalainen, su compañero, el tipo que el día antes se había hecho con la pole para avivar el fuego en el seno de McLaren.

Sobrado, pletórico, con una superioridad casi insolente, Hamilton quiso avasallar el día que atrapó la victoria soñada, en su casa, ante un abarrotado Silverstone. Ocho años después, un británico ganó el Gran Premio de Gran Bretaña pero, a diferencia de David Coulthard, esta vez se instala en el liderato, compartido eso sí con los Ferrari de Felipe Massa y Kimi Raikkonen, y alejado ya dos puntos de Robert Kubica en el Mundial más emocionante.

EL METEOROLOGO "Ha sido la carrera más dura de mi vida, un auténtico desafío mental, por eso es el triunfo más grande", reveló Hamilton camino del podio. Lewis escuchó el himno rodeado de dos inquilinos inesperados, cosas de la lluvia, del tiempo cambiante, de una pista que se mojaba y se secaba, de una carrera con decenas de trompos, de un día en el que acertar con la predicción resultó crucial.

Junto a Hamilton podría haber subido al cajón Alonso, pero Renault erró de nuevo al elegir los neumáticos en la primera parada. La pista se estaba secando cuando se detuvo en la vuelta 21. Podía seguir con sus gastados mixtos --lo más eficaz cuando el asfalto comienza a secarse--, colocar neumáticos mixtos nuevos --lo más seguro-- o de agua extrema pensando en que volvería a llover. En Renault optaron por la primera opción "y cómo no, empezó a llover", se resignó Alonso que era cuarto tras Kovalainen, Hamilton y Raikkonen.

Lo peor es que al colocar el segundo set tan pronto, acabó la carrera de nuevo con los neumáticos muy gastados y, con lluvia intermitente, le fue imposible aguantar frente a Kovalainen y Raikkonen la cuarta posición después de que los dos finlandeses protagonizaran dos trompos cada uno.

No fueron los únicos. La medalla de oro al trompo fue para Felipe Massa, con cinco. Mark Webber fue el primero en tirar sus opciones cuando iba tercero. Después fue el turno de Sutil, Fisichella, Piquet, Button, Glock, Nakajima, Bourdais... y Robert Kubica, cuando el polaco luchaba por mantener el liderato del Mundial desde la séptima plaza en la vuelta 39, justo cuando llovía más.

En ese momento, Ross Brawn, el mejor estratega de la F-1, decidió que Barrichello, que en ese momento era séptimo, entrara a boxes para montar ruedas de agua extrema. El brasileño salió a la encharcada pista tras perder solo un puesto y comenzó a engullir rivales. En 11 vueltas, Rubinho arañó más de 50 segundos al resto de pilotos que iban con gomas mixtas. Dio cuenta de Raikkonen, Kovalainen, Alonso y Trulli, y podía haber rebasado a Heidfeld si no fuera que "un error con la bomba de gasolina en la segunda parada" le obligó entrar de nuevo. El alemán de BMW acertó con los neumáticos y no hizo trompo alguno. Eso le bastó para ser segundo, eso sí, a un mundo Hamilton.