La biografía de Hamilton, la que le prepararon cuando la prensa británica le veía campeón el año pasado, sigue parada en las librerías inglesas. Ya no figura entre las celebridades de su país, ni siquiera en el top-five de los deportistas más valorados. Para colmo, ha visto cómo la prensa se cachondeaba de su participación esta semana en una obra de teatro, Troya. Colgado de cuerdas y con el mono de McLaren, parecía una ridícula marioneta en una obra de época. "Hice lo que me pidieron, pero me he visto ridículo. La verdad es que no ha sido muy guay. Es una de las peores cosas que he visto. Tengo una buena imagen y cosas como esta no ayudan", confirmó en el circuito de Estambul. Para colmo está siendo objeto de un chantaje indirecto. Su amigo desde la F-3, el piloto de Force India Adrian Sutil, entregó hace un año su portátil en una tienda para su reciclaje.