Londres, París, Roma. Sí, estaba escrito. El Barça de Pep Guardiola ya es una leyenda, un nombre que permanecerá para siempre en la historia y que perdurará en el tiempo. Ayer, hoy, mañana, siempre, el mundo recordará a este equipo. Tres. El número mágico. Tres Copas de Europa y tres títulos, Copa, Liga y Champions, en un año inolvidable que anoche vivió el último episodio. Muy cerca de la Capilla Sixtina, el Barça de Pep Guardiola, sí, del novato Guardiola, ofreció ante el campeón (2-1), un Manchester destronado como el Madrid, otra gran obra que también perdurará por los siglos de los siglos y que consagró a Leo, el Messias.

Londres, París, Roma, un triángulo maravilloso que representa la conquista de Europa y que alcanzó su máximo esplendor al convertir al Barça en el quinto equipo que logra el triplete junto a Celtic, Ajax, PSV y Manchester. Eto´o, como en París, y Messi, ausente en aquella final, acompañarán por sus goles a Koeman y Belletti en el escaparate de los grandes héroes. Pero, por encima de todo, ganó un equipo, un grupo en el que impera el lema del todos para uno y uno para todos. Así ha sido desde el primer día y así fue ayer.

TRIUNFO DE LA CANTERA "Copa, Lliga i Champions". Ese himno resonó en el Estadio Olímpico de Roma, coreado por 20.000 culés en directo y por millones en la distancia, todos ellos detrás de un Barça que representa más que nunca los valores de este club. Esfuerzo, trabajo, respeto, humildad y, sobre todo, estilo. Un Barça que jugó con siete jugadores de la cantera y otros tres en el banquillo. Lo nunca visto. Un gran ejemplo. Un mensaje al mundo. Y un mensaje para quienes vengan detrás, para todos los que muy pronto se empiecen a poner en marcha con el deseo de ocupar el sitio de los que están ahora. Nadie lo tendrá fácil.

Guardiola, la figura sobre la que tantos dudaron antes de empezar y que, como Cruyff y Rijkaard, tiene la Champions como jugador y técnico, ha dado otra lección. Ha ganado todas las partidas que ha jugado, la última nada que menos que ante sir Alex Ferguson. Si quisiera, podría marcharse hoy mismo y dejar su legado. Ayer, los jugadores volvieron a mantearlo y le obligaron a levantar la Copa, y la grada acabó coreando su nombre, en un reconocimiento mayor del que tuvo como jugador.

RECUERDOS AL MADRID "Madridista el qui no boti", gritaban los culés, que rescataron el viejo cántico que le dedicaron a Figo para pasarle factura a Cristiano Ronaldo, el gran derrotado tras una salida impetuosa. La primera que enganchó la estrelló contra Valdés, en un inquietante inicio del Manchester que desdibujó al Barça. Era irreconocible. Normal. No tenía el balón, su gran tesoro. El partido tenía mala pinta. Hasta que Xavi encontró a Iniesta, que se coló por un pasillo invisible y conectó con Eto´o. Y la pantera negra pegó un zarpazo, un quiebro, un punterazo, y el balón colándose entre las manos de Van der Sar, como se le escurrió a Almunia en París. Sí, a quien le pareció una recreación del gol de Belletti tuvo un buen presentimiento.

"OLE, OLE" Pero quedaba tanto por delante. Tanto. Y hubo ratos en que se hizo tan larga la espera, tic, tac, tic, tac, el reloj corría y era como si no se moviera. En la grada, los culés estaban en la gloria. Ya antes de empezar. Con un entusiasmo inusual, sin ese miedo que tantas otras veces les ha acompañado y que se ha ido perdiendo. Y ahora ya más que nunca. Tan valiente como el equipo, fiel al mensaje que ha lanzado Guardiola todo el año. Nunca antes había levantado tanto voz y mucho menos frente a miles y miles de ingleses, que poco a poco fueron guardando silencio, mientras en el otro lado, no dejaban de hacerse oír.

Cánticos y más cánticos acompañaron al equipo en el viaje más hermoso de la historia. Y no era un viaje fácil. Sin defensas, con Iniesta y Henry recuperado contra reloj, frente al poderoso Manchester, que corrió desesperado detrás de la pelota hasta acabar rendido. No fue el mejor Barça de la temporada porque no es fácil superar la perfección que ha alcanzado en muchos momentos, pero fue más que suficiente y hubo momentos estelares, con un poste y un par de ocasiones, y con el balón de un lado a otro entre "olés", con Iniesta y Xavi tocando, tuya, mía, tuya mía... Por momentos recordó el también esplendoroso espectáculo que ofreció la selección española en la pasada Eurocopa. No era extraño. Varios protagonistas repetían y la impotencia del Manchester también recordaba a la que aquella noche en Viena exhibió Alemania.

Y, claro, después de bailar, Messi decidió que había llegado el momento de subir al cielo. El gol fue un retrato de lo que es este Barça. Puyol peleó por el balón, Xavi lo acarició y Leo lo convirtió en oro. Ni siquiera necesitó su zurda. Con un toque de cabeza despejó el camino y cerró el triángulo mágico. De Premiá, el escenario del debut de Guardiola en Tercera División hace apenas un año y medio, a Roma. Menudo viaje. El Barça ya tiene su gran leyenda. Una leyenda viva. La fiesta continúa. Así que salid y disfrutad.