Gracias a la fe inquebrantable de Tyson Gay en tratar de atrapar a un ´Relámpago´, Usain Bolt logró anoche un récord estratosférico (9.58 segundos). El jamaicano debería repartir con él su premio por la plusmarca. Gay hizo lo que pudo, pero ganar a una leyenda en activo parece una misión imposible. Asafa Powell, como siempre, actuó de comparsa en un duelo de titanes.

El jamaicano gana porque contradice los cánones al uso del velocista ideal. Para empezar, es alto (mide 1,96 metros), demasiado para un esprínter, pero posee la frecuencia de zancada de un corredor, por lo menos, 10 centímetros por debajo de su talla.

Se supone que la concentración es una de las bases del éxito para cualquier deportista de alta competición, pero el plusmarquista mundial aprovecha cualquier momento para divertirse o para montar el show, incluso segundos antes de jugársela. En la semifinal de ayer provocó una salida nula, seguramente porque se pasó de rosca con sus ganas de montar el numerito a toda costa. El canguelo se apoderó del estadio. ¿Y si hace otra salida nula y queda eliminado? Bien, pues el único que no parecía afectado o preocupado por esta circunstancia era él. También gana por el orgullo de ser jamaicano, jamaicano. Un gesto habitual en él es besar o golpear su camiseta y luego marcarse unos pasos de reggae. Pero, sobre todo, es imbatible porque es un portento físico, un ser dotado para correr a toda velocidad como ningún otro humano a lo largo de la historia. Una leyenda en activo.

Tyson Gay ha tenido la mala suerte de coincidir generacionalmente con Bolt. De no ser así, probablemente él sería el campeón. En cualquier caso, Gay es un velocista extraordinario, una gran competidor, un superclase que ha devuelto el orgullo a la velocidad estadounidense tras los escándalos por dopaje en este país. Si no tuviera que competir contra Bolt, quizá su rendimiento habría sido incluso mayor y su carrera menos forzada por las circunstancias y las lesiones. Su seriedad, en contraste con la alegría que transmite Bolt, no es capaz de ocultar la pesada losa con la que carga al verse siempre segundo, el lugar que para él ocupa el campeón de los perdedores. Quizá por ello su carácter parece aún más retraído. La juventud y la sombra del jamaicano son tan alargadas que no le deja ver la luz. Gay será campeón el día que falle su gran rival.