Alejandro Valverde, el Bala , dio su palabra y la cumplirá. No hará ninguna acción que desacredite a su compañero Nairo Quintana. Pero quienes lo conocen bien saben que está corriendo este Tour con una decepción interna. Es feliz, porque él es así, porque disfruta como nadie sobre una bicicleta y porque de lo contrario, a los 36 años, ya estaría haciendo otra cosa.

Hasta ha llegado el punto de que Chris Froome, el líder, ya empieza a hablar de él y a afirmar abiertamente que "me preocupan los ataques de Valverde". Y porque lo conoce bien, porque ha disputado con él Tours y Vueltas, y hasta porque han hecho migas estos días, no está dispuesto a concederle una sola oportunidad. Si ataca, que se lo gane. Y si no, tal como ocurrió en la segunda ascensión al Grand Colombier, le envía a su tropa. Y Alejandro que es cauto, que está curtido en mil etapas, prefirió no desgastarse y dejarlo todo para otro día, para el miércoles, ya en los Alpes, tras la etapa franco-suiza de este lunes y el descanso programado en Berna para el martes.

"Yo no tengo la presión del podio. Ya lo conseguí hace un año. Yo estoy disfrutando en este Tour". Sí, disfruta, pero sabe que todavía se lo pasaría mejor si fuera un hombre libre.

"La etapa ha sido muy dura porque ha hecho mucho calor, porque se ha ido muy fuerte y porque más rápido no se puede ir". Y la rapidez, la velocidad, fue obra sobre todo de un Wou Poels cinco estrellas.

Valverde, que fue tercero en el Giro, que será el líder del equipo olímpico español (la lista se hace pública este lunes) es de los corredores que si pudiera disputaría dos carreras a la vez. Por eso, la idea que aparece por su cabeza, una locura, según Eusebio Unzué, es disputar después la Vuelta. Y pensando en la general. Así es Valverde. Y por muchos años.