Nada es imposible. Ni que el Cáceres 2016 se complique la vida con los puestos de abajo ni que se pueda aspirar, tras la victoria de anoche ante el Farho Gijón, a estar incluso entre los ocho primeros. La temporada guarda todavía sorpresas --incluso positivas-- a un equipo que ayer dio una nueva demostración de coraje y optimización de los propios (y escasos) recursos.

El triunfo estuvo a medio camino entre la practicidad y la brillantez. No hay que olvidar que los asturianos ocupan ahora ese octavo lugar que da derecho a prolongar la temporada en busca del ascenso a la ACB. Y el Cáceres demostró que no es peor equipo que ellos. Ni mucho menos. Y eso que tuvo que ir sorteando piedrecitas por el camino. La primera, la ausencia por lesión de dos reservas como Rafa Huertas y Francesc Cabeza; después, las dos faltas de Josh Asselin cuando habían transcurrido apenas 200 segundos de partido.

Un frío arranque (4-12, min. 5) no llevó al pesimismo. Antelo, sustituito fugaz de Asselin, encabezó una reacción que todo el bloque se encargó de refrendar paulatinamente (23-20, min. 10; 39-35, al descanso). Con soluciones imaginativas como la de situar a Kerry Blackshear (1,95 de estatura) como pívot, la resistencia del Gijón se fue desgastando.

Sin embargo, no todo iba a ser tan fácil. Cuando el choque parecía sentenciado (57-42, min. 27), la zona visitante y un nuevo tirón de Waleskowski volvieron a darle emoción (61-58, min. 32). Ya había reaparecido Asselin, que protagonizó una tremenda lucha de gigantes con Tim Young. Su conexión con el creciente Ramón Moya, la inagotable clase de Vicario y un nuevo apretón defensivo apuntillaron a un Gijón que ya está a sólo dos victorias, con el average a favor. Soñar con los play-offs no es imposible: únicamente hay que seguir jugando así.