Álvaro Martín Uriol (Llerena, 24 de junio de 1994) era un corredor de fondo con buenas condiciones y hasta ganó algunas pruebas a nivel nacional. Como muchos niños, sus primeros contactos con el atletismo fueron con el cross, una especialidad más genuinamente extremeña que la marcha. En su infancia le habían llamado poco la atención aquellos tipos que corrían de forma peculiar, pero que daban a menudo éxitos internacionales a España. Ni se imaginaba que él sería uno de ellos un lejano día.

Como tantas veces, una desgracia abrió la puerta a la gloria. A los 13 años, una dolorosa lesión de rodilla, ocasionada por su rápido crecimiento, le empezó a impedir correr ‘normal’. ¿Por qué no intentarlo con la marcha, que no le molestaba al practicarla? El Atletismo Almendralejo y Juan Méndez, que se convirtió en su entrenador, acertaron al mimarle al máximo.

Lo suyo fue amor instantáneo y a los pocos meses de empezar a entrenar en la nueva disciplina empezó a acumular campeonatos de España. Su vida giró completamente: seleccionado para la Olimpiada de la Juventud en Singapur en 2010, se marchó a Madrid con apenas 16 años para vivir en la que ha sido prácticamente su casa todo este tiempo: la residencia Blume de Madrid.

«Mi hermana Macarena, que también hizo marcha, y Juan Méndez fueron muy importantes al principio, además del apoyo de mi familia. No sé qué hubiera pasado si no hubiera tenido la lesión. No creo que lo hubiera hecho tan bien si hubiera seguido en el fondo», contaba en un reportaje de este diario publicado en 2012.

Novia marchadora

El chico no encontraba límites y ganaba prueba tras prueba a los de su edad y se atrevía a plantarle cara a los ‘mayores’. Con 18 confirmó su condición de ‘niño prodigo’ y acudió a los Juegos Olímpicos de Londres, en los que se llevó un revolcón importante. Sin medir sus fuerzas por la ansiedad que le produjo verse en una competición así, intentó dejarse ver desde el principio en el grupo de cabeza y acabó desfondado, al borde del desfallecimiento.

Tras una época de difícil adaptación, acabó sintiéndose a gusto en Madrid, donde conoció a su novia, la también marchadora getafense Lidia Sánchez-Puebla, una de las primeras personas en abrazarle ayer tras cruzar la meta de Berlín. El beso entre ambos fue una de las escenas más emocionantes de la histórica mañana. Recordó el que se dieron en 2015, cuando Martín logró el bronce en la Copa del Mundo de marcha en Roma. La familia de él se enteró de la relación al ver publicada la foto de ese momento.

Pese a los éxitos, no pierde de vista Llerena, ni los partidos de tenis y fútbol con sus amigos de siempre. «Siempre me ha encantado competir en Extremadura, claro». La última vez que lo hizo fue en el Encuentro de Atletismo de la Diputación en Plasencia, hace apenas un mes. Ganó, igual que lo hizo en Cáceres y Mérida en los respectivos Campeonatos de España de 2016 y 2017. También hubo decepciones, como cuando tampoco estuvo a la altura en los Juegos de Río: vigesimosegundo con muy malas sensaciones en la segunda parte de la carrera. «Estoy destrozado. No he sabido competir bien», dijo antes de encerrarse durante unos días en los que apenas quiso ver a nadie. En Tokio-2020 espera tomarse la revancha.

De Alvarito Martín suele destacarse lo amueblada que tiene la cabeza y lo concienciado que está sobre cuestiones sociales. No es casualidad que estudiase Ciencias Políticas. También es amplio el desprecio que siente hacia los tramposos. Cuando a Paquillo Fernández se le encontró un arsenal de productos dopantes en su domicilio se le cayó un mito. Prudente al máximo, pocos días antes de viajar a Berlín eludió ponerse un objetivo tangible: «Lo que yo quiero es llegar a mi máximo rendimiento, por encima del puesto que ocupe al final». Pero no era ningún secreto que ya había adelantado por la derecha al campeón de Europa y del mundo, Miguel Ángel López, su habitual compañero de entrenamientos bajo las órdenes de José Antonio Quintana.

«En la marcha, lo más importante es la técnica, desarrollar un movimiento que, aunque en principio pueda parecer que no es natural, sí lo acabes haciendo propio. Luego también está claro que tienes que habituarte a distancias largas, 20 o 50 kilómetros, desarrollar una gran resistencia», respondió en 2012 cuando se le preguntó por el ‘secreto’ de su especialidad. Técnica y resistencia con sabor a Llerena, con sabor a Extremadura.