Julen Lopetegui estaba, hace poco más de un año, sentado en el banquillo del Real Madrid. Sin Embargo, tanto para el técnico vasco como para para el madridismo parece que ha pasado una eternidad. Es parte de esa reacción natural de la mente humana, casi como de reparación automática, que lleva a recordar las situaciones dramáticas como si fueran alejados episodios externos; y el paso de Lopetegui por el Madrid fue el guión de una tragedia descarnada. Hoy en el Bernabéu, con la visita del Sevilla de Lopetegui, se reencuentran todos los protagonistas en el sitio de la desdicha.

Mi presencia no es lo importante, el centro de atención serán los jugadores. Puede ser habitual que haya algo en la vuelta, pero una vez que arranca el partido el aspecto emocional pasa a un segundo plano, comentó categórico Lopetegui en la previa, aún en Sevilla, con un talante relajado con el que no se prodigaba en el Madrid.

Entre percances, infortunios y desgracias que se prolongaron durante cuatro meses de emociones extremas, Lopetegui transitó de blanco desde el adiós forzado a la selección a unos días de empezar el Mundial hasta una despedida vilipendiado por la directiva, pasando por un rendimiento deportivo mediocre. En cada experiencia vas sacando conclusiones y creciendo, nuestra profesión es así. Todas las experiencias te ayudan a mejorar y a tener una perspectiva más amplia, comentó el vasco.

El Real Madrid, con su presidente Florentino Pérez a la cabeza, acumuló en ese mismo periodo un deterioro acelerado de la imagen de club: desde lo que la Federación consideró una intromisión intolerable en la estabilidad de la selección española para contratar al entrenador, hasta una carta de despido repleta de reproches tras unos meses de fracaso competitivo.

UN MILAGRO

El milagro que se reconoce que ha obrado Zidane con la actual plantilla del Madrid es del mismo calibre que el que se le presentó a Lopetegui en el banquillo blanco. Un regalo envenenado que terminó por dejar a todos insatisfechos.

El buen rendimiento del equipo ante la Roma en Champions, que desató una ola inmerecida de elogios, fue un oasis en medio del desierto para un Lopetegui que tomó el camino opuesto al que ha seguido Zidane, con una plantilla similar, y terminó con un pobre bagaje de seis victorias y seis derrotas después de 14 partidos. Seguro que él lo quiso hacer fenomenal, es un gran entrenador y lo ha demostrado siempre. No quiero hablar de su momento en el Real Madrid porque terminó como terminó Espero que la grada lo reciba bien, es uno de la casa, ha jugado aquí y el Bernabéu recibe bien a su gente, dijo Zidane.

Del Madrid de Lopetegui se recuerda el protagonismo Reguilón, que también vuelve al Bernabéu como titular indiscutible en el Sevilla, además de la poca presencia de un Vinicius que terminó siendo el gran referente de una temporada vulgar.

UN NUEVO COMIENZO

Lopetegui esperó una oportunidad mientras por el banquillo de Madrid sucedió el periplo de Solari y la inicialmente insatisfactoria vuelta de Zidane. Le llegó en verano, de la mano de Monchi, para comandar la reconstrucción de un Sevilla ilusionante sustentado en un inicio de curso impropio de los 13 fichajes, más el propio técnico, con los que arrancó.

El reto inmediato es hacer rendir al Sevilla en el Bernabéu, después de 12 derrotas seguidas. Lo que ha pasado, ha pasado. Bajo nuestro control está competir al máximo nivel ante un rival en un momento extraordinario, dijo un Lopetegui que ya ha convocado a En-Nesyri, recién llegado del Leganés por 20 millones de euros.