Los campeones son así. También los candidatos a imitarles. También los jóvenes hambrientos de gloria. También los gladiadores del asfalto. Cada uno, a su manera, decide cómo coronarse rey de la categoría, cómo formar parte de la historia, cómo cerrar el título que se ha ido construyendo a su medida, gran premio a gran premio, desafío a desafío.

Motegi era el sitio para empezar a echar mano de la calculadora. Marc Márquez y Toni Elías, que van en busca de su primer cetro, no se lo pensaron ni un segundo: salieron a arrollar. Y ganaron, a todos, que son muchos, con una mano. Tanto que uno y otro sumaron ayer su séptima victoria del año. Las mismas que tiene Jorge Lorenzo, otro que tal. Márquez está ya segundo del Mundial de 125cc y tiene el liderato, aún en manos de Nico Terol, a solo 6 puntos. Elías descartó de un plumazo a Andrea Iannone y Thomas Lüthi. Ya no cuentan. Se ha quedado mano a mano con Julián Julito Simón. Si gana o es segundo el próximo domingo en Malasia, será campeón. Tras 12 años rozando su culo (y nunca mejor dicho) por eso circuitos del mundo, Elías logrará el título más sufrido.

CORONA DE BRILLANTES Ganar en 125cc es una cosa. Coronarse, antes en dos y medio y, ahora en Moto2, es otra. Nada que ver. Los hay, como Jorge Lorenzo o Dani Pedrosa, bi y tri campeones, que solo cuando conquisten el título de MotoGP apagarán la luz de su mesita de noche felices. Mientras, se considerarán buenos pilotos, campeones, pero no los mejores. Y en esa están ambos, en seguir los pasos de Alex Crivillé, el único español que, en 1999, logró el título de la categoría reina.

Lorenzo, que ha seguido de cerca la meteórica carrera de Pedrosa, sabe que el título de MotoGP es demasiado grande como para perderlo tras acunarlo en sus manos. Y ayer, en Motegi, ante 40.812 espectadores atónitos, el intrépido mallorquín estuvo a punto de tirarlo todo por la borda al correr el riesgo de caerse y dañarse cuando decidió pelear, carenado contra carenado, rodilla contra costillas, hombro con hombro, con Valentino Rossi, su compañero de equipo, el rival que le odia. Lorenzo ha amargado tanto la existencia a Rossi que el Doctor no ha tenido más remedio que huir de Yamaha y abrazarse a Ducati.

La carrera ya no existía. Hacía ya un montón de vueltas, de kilómetros, de minutos, que Casey Stoner (Ducati) la había ganado. Y hasta el segundo puesto, en poder de Andrea Dovizioso, que demostró que con Pedrosa a los mandos de esa impresionante Honda aún habría campeonato, estaba ya firmado, adjudicado.

Pero, aun así, Lorenzo (que descartó utilizar el nuevo motor, que sí llevó Rossi, logrando cinco kilómetros más de velocidad) decidió asaltar, innecesariamente, el bronce del italiano. En ese instante, el mallorquín era campeón con solo acabar entre los nueve primeros el próximo domingo, siempre y cuando Pedrosa decida quedarse en casa y no acudir a Malasia, cosa poco probable pues el tricampeón catalán teme ahora, tras la resurrección de Stoner, perder el subcampeonato. Y volverá. Lorenzo no tenía en la cabeza esos cálculos. Olió la sangre del enemigo y se lanzó a por ella.

LORENZO ACUSA A ROSSI "En ese instante, con la adrenalina a tope, no piensas en el campeonato. Te sale el instinto asesino que llevas dentro y solo piensas en pasar a tu adversario, solo en eso", contó Lorenzo, que en las cinco últimas vueltas protagonizó, al igual que el Doctor, dos o tres adelantamientos suicidas, vibrantes. A Rossi le importaba un bledo romperse, de nuevo, una o las dos piernas. No se jugaba nada. Hace tiempo que ha perdido el título. "Los dos somos de sangre caliente pero, hasta ahora, conmigo había tenido un comportamiento limpio. A partir de ahora, ya veremos. Yo no soy como Stoner o Gibernau, así que no descarto actuar de la misma manera que él", protestó Lorenzo, que se quejó ante Masao Furusawa y Lin Jarvis, jefes de Yamaha, del comportamiento de Rossi. "No nos estábamos jugando solo el título de pilotos, también el de marcas. Si nos caemos los dos, Honda hubiese salido beneficiada y se hubiera encaramado al frente de la clasificación de constructores. Mis maniobras han sido limpias; las suyas, aunque no fueran sancionables, me recordaron las que les hizo a Stoner en Laguna Seca y a Sete en Jerez. La próxima vez, no descarto actuar de otra manera. Y no amenazo, no".

Rossi se sentía ayer el hombre más feliz del mundo: "He de felicitar a Jorge. Ha sido un gran duelo pero él ha de entender que, dada mi temporada, mi irregularidad y la lesión, no tenía más remedio que defender a muerte el podio, la mejor recompensa para mi recuperación. Me he divertido mucho, y creo que hemos hecho pasar un rato muy agradable a millones de aficionados".