No son de su tiempo, ni, por supuesto, su grupo favorito, pero Jorge Lorenzo creyó que, estando en Inglaterra, la celebración debía de homenajear a alguien vinculado a la historia del país que albergaba el gran premio. Disfrazarse de Beatles era perfecto. "¿Por qué de Paul McCartney?, bueno, simplemente porque su casaca de Sergeant Peppers era la que mejor me venía". Con semejante homenaje no pretende que la gente se crea que ama a los Beatles, que los oye. No, ni mucho menos. Lorenzo es de Red Hot Chili Peppers, de Linkin Park, pero, como confesó, "está bien que mi generación homenajee, de vez en cuando, a los Beatles, se acuerde de ellos".

Quienes lo conocen bien dicen que Lorenzo tenía ayer unas ganas muy especiales de hacerlo bien, de arrollar, de ganar. Quería, por ejemplo, demostrar que la baja de Rossi no será un problema para que Yamaha retenga el título. Quería evitar que Pedrosa lo arrollase, de nuevo, como hizo en Mugello. Y, sobre todo, quería demostrar que en un trazado que no conocía nadie, nuevo para todos, en el que ningún piloto había rodado jamás, él, el líder del Mundial, llegaba, virgen de referencias como todos, y dominaba el gran premio de principio a fin, logrando la pole position , la vuelta rápida en carrera (en el cuarto giro, cuando se escapaba de todos) y la victoria, ejerciendo de líder como solía hacer Paul McCartney.