Después de la espantada de Robert Moreno tras el partido que la selección española jugó el lunes frente a Rumanía, el presidente de la Federación (RFEF), Luis Rubiales, compareció ayer ante la prensa para hacer oficial la vuelta de Luis Enrique al cargo de seleccionador (hasta el Mundial de Catar 2022) y, a la vez, para culpar al ausente Moreno de precipitar la decisión y de provocar el caos con su renuncia prematura. «No veo un solo fallo en la forma de actuar de la Federación», llegó a decir Rubiales en medio de un alegato salpicado de insignias autoimpuestas de rigor y transparencia y con menciones constantes al trágico problema personal (la enfermedad y muerte de su hija Xana) que obligó a Luis Enrique a abandonar el puesto.

Secundado por su director deportivo, José Francisco Molina, el presidente de la Federación dirigió todo su discurso a subrayar el carácter provisional del cargo de Robert Moreno, una provisionalidad que, sin embargo, él mismo había cuestionado al anunciar en su día por todo lo alto el nombramiento del técnico catalán como seleccionador. A la hora de responder preguntas sobre las causas de la cadena de malentendidos que en los últimos días ha acelerado el caótico relevo en el banquillo de la selección, Rubiales deslizó la existencia de un problema personal entre los dos entrenadores. «Las situaciones personales y profesionales entre Luis Enrique y su cuerpo técnico las tendrá que responder él», manifestó.

Lo que debía ser el anuncio de una buena noticia se convirtió en una larguísima rueda de prensa cargada de tensión y de reproches. «Hoy podemos confirmar que Luis Enrique regresa a su puesto de trabajo», comenzó diciendo Rubiales antes de entrar en la materia polémica con el relato, siempre según su versión, de lo acontecido en los últimos días: «El domingo, [Robert Moreno] le exigió a Molina saber lo que pensaba la dirección deportiva; se le comunicó que valoraríamos la vuelta de Luis Enrique, y ayer [el lunes], día de partido, recibimos un mensaje suyo en el que decía que quería acordar su salida para no ser un impedimento en la vuelta de Luis Enrique».

A lo largo de su exposición, el presidente de la Federación aseguró que la primera noticia de que Luis Enrique podría pensar en volver a entrenar les llegó precisamente a través de Robert Moreno, y añadió más adelante que la decisión unilateral de este último de no seguir les pilló por sorpresa. «A partir de ahí teníamos un problema, y la solución era llamar a Luis Enrique».

LAGUNAS TEMPORALES / El relato del presidente la Federación presenta, sin embargo, algunas lagunas temporales. Según Rubiales, todos los actores implicados sabían desde el primer momento que el día en el que Luis Enrique decidiera regresar, tendría las puertas de la selección abiertas. El 31 de octubre, después de que el combinado español empatara contra Noruega y Suecia con dos actuaciones poco convincentes, se celebró una reunión en Zaragoza en la que Luis Enrique manifestó a los responsables de la RFEF su disponibilidad a volver. Y, aun así, Rubiales culpó ayer a Robert Moreno por asumir una decisión (la del cambio de seleccionador) que, según el presidente, ayer aún no se había tomado.

La comparecencia tuvo lugar en una sala de prensa de la Ciudad Deportiva de Las Rozas abarrotada como nunca antes, con cada sitio ocupado y cámaras buscando un plano decente entre las escaleras, entre miembros de la junta directiva de la federación que aguantaron estoicamente más de una hora y media mientras su presidente defendía su manera de actuar y cargaba la responsabilidad de todo el lío a Robert Moreno. «Nosotros hemos sido coherentes y respetuosos con todo el mundo», sentenció el máximo mandatario federativo. «Robert fue quien decidió dar un paso al lado sin dar demasiadas explicaciones», apostilló Molina en una de sus contadas intervenciones, siempre supeditado a las explicaciones de su jefe.

RELACIÓN DETERIORADA / Entre la multitud de mensajes que lanzó Rubiales quedan puntos importantes por dilucidar, como, por ejemplo, la situación, más dramática que otra cosa, que se vivió en la zona mixta del estadio Wanda Metropolitano tras la goleada de España a Rumanía (5-0), con los jugadores consternados por las noticias que les llegaban y mientras se filtraba desde varios sectores que el gran problema es el deterioro de la relación entre Moreno y Luis Enrique.

De este modo, lo que podía haber sido una transición natural y satisfactoria, con la carga de alegría de recuperar al titular del puesto tras una grave situación personal, resulta un trago amargo que vuelve a sacudir a la Federación con otra gestión cuestionable, como ya sucedió con Julen Lopetegui a las puertas del Mundial de Rusia, y una imagen inconcebible de desinformación y desconcierto, sin una declaración pública tras un partido oficial.

Antes de recibir el lunes a Rumanía, todos parecían saber que la vuelta de Luis Enrique al banquillo de la Roja era inminente menos el primer interesado. «Un 10», respondió Robert Moreno sin titubeos, la última vez que habló de su futuro como seleccionador, a una cuestión sobre cuántas posibilidades, del 1 al 10, tenía de continuar; también dijo que quería completar un ciclo de Eurocopa y Mundial. No sucederá. Su etapa al frente del equipo español terminó de forma abrupta, con el ya exseleccionador dando plantón a los responsables de la RFEF y enviando a unos abogados a negociar la resolución de su contrato. Ni Rubiales sabe a estas alturas si el adiós de Moreno es una renuncia o una destitución.