La noche de París era amarilla, el jersey de líder se convirtió en la Túnica de Oro . Con el mismo color pintaron las letras en los coches del Sky y así se tiñó también la iluminación en el Arco del Triunfo. Cien ediciones. Los ciclistas, con Chris Froome a la cabeza, rodearon por primera vez el colosal monumento. Impresionante; una nueva época, la grande boucle nocturna, la Ciudad de las Luces, París mon amour , donde las parejas dichosas viven sus romances, enamoradas como lo está del Tour este británico, keniano de corazón, pues sus padres tenían una granja en Africa, al pie de las colinas de Ngong.

Nadie duda que ha empezado una nueva era en el ciclismo. Y Froome, a sus 28 años, es el abanderado, el corredor que se puede incorporar a la selecta lista de una carrera centenaria que ha convertido en mitos a ciclistas como Coppi, Bobet, Anquetil, Merckx, Hinault e Induráin, homenajeado ayer junto a otros campeones en París. También lo era hasta hace unos meses el ahora corredor innombrable. "Para mí era un reto importante conquistar el jersey amarillo tras el suceso de Armstrong. A mí también me decepcionó, porque yo empecé a enamorarme de esta carrera en los años de su dominio. Requerirá tiempo. Pero yo tengo la ocasión de demostrar a la gente que el ciclismo se ha transformado".

Froome, de amarillo, brillando en la noche de París, buen escalador, estupendo contrarrelojista, triunfando mientras Alberto Contador vive en una encrucijada --es otra historia--, a la espera de que Nairo Quintana se haga mayor, y ante los felices ojos de Purito Rodríguez, en su estupenda tercera plaza del podio, ya pudo ganar el Tour hace un año; más fuerte que Bradley Wiggins, compañero pero no amigo, al que pudo dejar en cualquier cima alpina o pirenaica con un sencillo soplo. Pero le frenaron, lo ataron, lo amarraron... En los Pirineos 2012, mientras Alejandro Valverde (una vez más totalmente gafado con la ronda francesa) triunfaba en Peyragudes, a Froome le dio por atacar a Wiggo . Lo soltó tal cual hizo este año con sus rivales en Ax-3-Domaines y el Ventoux. Los gritos que se escucharon por la noche en el hotel pusieron los pelos de punta a más de uno. Fue el divorcio, el principio del fin de Wiggins, ahora desaparecido en combate y con un futuro totalmente distinto al de Froome: la incertidumbre de uno y la seguridad del otro. "El Tour es la cumbre para un ciclista. A mí me gustaría volver cada año y ganar en París. El reto me gusta. Prepararme como he hecho este año. Pero no me preguntéis cuántos Tours puedo ganar".

LOS VIEJOS IDOLOS De amarillo llegó a la mejor avenida ciclista del mundo --donde Marcel Kittel se reafirmó como mejor velocista de la carrera con su cuarto triunfo--, ante miles de aficionados y ante los ojos de muchos corredores, viejos ídolos, invitados especialmente con motivo de las 100 ediciones. Y lo hizo demostrando que es humano, no un superhombre invencible, que nunca da su brazo a torcer, porque en Alpe d´Huez se atascó muerto de hambre.