Ha sido a los 30 años, después de ser madre de Guadalupe en el 2007, cuando ha alcanzado su plenitud, como demostró ayer hasta el momento del incidente. Nunca había pasado del sexto puesto en un gran campeonato, pero en Berlín estaba "preparada para todo", como dijo la víspera. Para todo, menos para sufrir la peor decepción de su vida, una de las que más lágrimas le ha hecho derramar. Natalia estaba en el mejor momento de su vida deportiva. Sigue entrenando, como antes del embarazo, 110 kilómetros a la semana, y hace unas semanas había hecho su mejor marca en 3.000 (8.35.36). En invierno, fue subcampeona de Europa en pista cubierta en Turín, ya en ese 1.500 que esperaba dominar ayer. Suele correr con un amuleto protector, la Cruz de Caravaca, y luce un tatuaje del que no da explicaciones: "I love Coco", reza el eslogan.