VALENCIA 0: Cañizares, Curro Torres (Rufete, m.67), Ayala, Pellegrino, Carboni, Jorge López (Xisco, m.55), Albelda, Angulo, Aimar (Oliveira, m.77), Vicente y Mista.

OSASUNA 1: Sanzol, Izquierdo, Cruchaga, Josetxo, Antonio López, Pablo García, Puñal, Muñoz, Aloisi (Palacios, m.90), Valdo (Gorka García, m.68) y Webo (Iván Rosado, m.84).

GOLES: 0-1, m.45: Pellegrino en propia meta.

ARBITRO: Megía Dávila (colegio madrileño). Amonestó por el Valencia a Ayala, Angulo, Albelda y Jorge López y por Osasuna a Izquierdo, Valdo y Pablo García. Expulsó con roja directa a Carboni (m.86).

Un gol marcado por el argentino Mauricio Pellegrino en propia meta al filo del descanso dio la victoria al Osasuna en Mestalla en un partido malo y de baja calidad en la primera parte y muy emocionante en la reanudación.

El Osasuna impuso su ley en la primera mitad, pero llegó a estar a merced del rival en buena parte de la segunda. Sin embargo, la falta de acierto de un Valencia, que puso muchas más ganas que fútbol tras el descanso, no fue suficiente para que el equipo se desatascara y lograra al menos el empate.

Lo poco, poquísimo, que se ofreció al espectador corrió por cuenta de Osasuna, un equipo que no sufrió en defensa y que con un rombo en el centro del campo (García, por detrás, y Puñal, Muñoz y Aloisi, por delante) tuvo suficiente para secar las ideas del Valencia.

El equipo de Mestalla acusó la ausencia de Baraja, no encontró en Jorge López la alternativa necesaria para crear juego y tuvo en el argentino Pablo Aimar a un futbolista desacertado.

Así las cosas, el gol sólo podía llegar como llegó. Tras una incursión de Valdo, falló Curro Torres primero. Falló el argentino Fabián Ayala después y Pellegrino completó la fatalidad para su equipo al introducir el balón en la meta de Cañizares. Demasiado premio, quizá, para Osasuna, pero justo castigo para un Valencia indeciso y, sobre todo, capaz de aburrir a su público.

El segundo tiempo fue distinto porque el Valencia salió con otra mentalidad, decidido a buscar la remontada. Para ello no debía descuidar la retaguardia y necesitaba meter el miedo en el cuerpo de un rival que, poco a poco, empezó a sufrir. Aunque lo intentó en varias ocasiones, no fue capaz de batir la meta defendida por Sanzol.