CACEREÑO: Vargas, Palero, Gonzalo (min. 88, Elías), Mejías, Pizarraya, Checa, Raúl Medina, Gaspar (min. 59, José Ramón), Aaron, Toni (min, 59, Carlos Valverde) y Martins.

EL PALO: Pagola, Manolo, Rafita, Nacho Aranda, Oli, Alexis, Javilillo (min. 74, Igna), Julio (min. 78, Montero), Fali (min. 89, Juanilillo), Guerrit y Adrián.

GOLES: 1-0-Min. 21: Toni. 1-1-Min. 48: Gerritt Stoeten. 1-2-Min. 67: Julio.

ARBITRO: Vicente Moral. Roja directa a Martins (min. 69) y amarillas a Gonzalo, Mejías y al propio Martins. Por los visitantes, tarjeta amarilla a Rafita y Adrián.

No hay manera. Dos de dos. Dos decepciones en otras tantas citas. Como si el destino no quisiese aliarse con un equipo que ha cambiado de domicilio y que en su nueva casa no encuentra acomodo. El Cacereño volvió a repetir derrota en El Cuartillo, como en la primera jornada ante el Algeciras, esta vez ante El Palo (1-2) en una aparición similar a la del debut: muy buen comienzo y tristísimo final. Del blanco al negro. De la fiesta al tormento verde. El estadio no acompaña. Las circunstancias del juego también dan la espalda a los verdes.

El guión se repitió, desdichadamente. El cuadro de Angel Marcos comenzó lanzándose desaforadamente sobre su rival, al que empequeñeció con un fútbol de notable nivel que, para el escenario, tiene mucho mérito. Como ante los algecireños, el CPC acumuló ocasiones: Medina mandó al limbo en inmejorable posición (minuto 5); Toni estrelló un balón franco contra el portero Pagola (min. 12) y muy poco después tampoco acertó en su mejor posición.

Con Checa y Medina al mando, todo parecía controlado. La guinda parecía ponerla el propio Toni, que empujó a la red un servicio de Gaspar tras lanzamiento fallido de Pizarraya (min. 21, 1-0). Estaba por entonces muy cómodo el Cacereño. De El Palo no había noticias. El recién ascendido presentaba similares características que el Algeciras. Muy mal síntoma, visto el negativo antecedente.

Bajó el pistón el cuadro verde cuando arreció la lluvia en una deprimida grada. El equipo se fue desfondando al son de las protestas del aficionado, lógicamente incómodo en el cemento. Se profirieron algunos insultos y protestas por entonces. Muchos --la mayoría-- no están a gusto. Les asiste toda la razón: no es --no debería-- ser El Cuartillo un campo de Segunda B, sea quien sea el culpable del desaguisado.

Amainó el Cacereño y amainó la lluvia. El Palo tuvo un par de acercamientos, pero no parecía aquello peligroso en cuanto al marcador. Timoratos, los andaluces parecían un rival endeble. Craso error. A la vuelta de vestuarios, en un balón suelto, el exjugador del Mérida Gerritt Stoeten lanzó un obús que se fue a la escuadra de Vargas (min. 48, 1-1). Sonido de alarma.

EL DESASTRE Los agoreros se llenaron de razón. Aquello no pintaba bien. Con Gaspar tocado, el Cacereño perdió el fuelle que le distinguió en el inicio. Ya no había oportunidades. Ni siquiera la doble entrada en el campo de José Ramón y Carlos Valverde incentivaron a los locales. Ya no se intuía nada, pese al batallar inmenso de Aaron y de Martins. Tras una falta inexistente, el visitante Julio anotó el empate en un tiro aparentemente dócil. Vargas no llegó y la grada la pagó con él (1-2, min. 67).

Los nubarrones continuaron en el terreno de juego y en el cielo. Martins sacó su codo a pasear en el 69 y el árbitro le expulsó. Con 10 hombres, el Cacereño tiró de casta, pero no de tranquilidad. El Palo contemporizó de manera excelente en un partido que desembocó en un final marcado por la impotencia.

La grada ya no perdonó una a sus futbolistas, esos en los que aún se puede creer. El equipo da buen tono, pero se desvanece. Tiene fragilidad mental se supone que transitoria. Ayer, el Palo no fue ni mucho menos mejor, pero ejerció de Algeciras, otro conjunto menor. La maldición de El Cuartillo se cierne sobre el CPC, un equipo desconcertante que debe encontrar una buena versión. Que la debe tener, que la tiene, pero que aún espera a manifestarse. Así no se hace afición, así no se genera ilusión.