Será duro, muy duro, para todos los demás. Incluso para los organizadores del Mundial. También, sí, para el resto de grandes fábricas japonesas (Yamaha y Suzuki) y europeas (Aprilia y KTM). Más de una vez algún jefazo de la firma de Borgo Panigale ha reconocido que con Marc Márquez, hace años que hubiesen ganado el título. Y, por supuesto, es duro, muy duro, para sus adversarios, que ayer mismo reconocían que con 44 puntos en el bolsillo (casi dos victorias, que son 50), el chico de Cervera tiene el sexto título de MotoGP en siete años en sus manos.

Será duro, como lo era cuando Valentino Rossi, nueves veces campeón, dominaba con mano de hierro, no solo en la pista, sino fuera de ella. Márquez, cuentan, prefiere emplear todo su poder sobre la moto, maravillar a los 105.000 motards que ayer se dieron cita en la catedral de Assen y dar un nuevo golpe, que ya empieza a ser definitivo, al título cuando aún no nos hemos ido de vacaciones. «Pues sí, la verdad es que 44 puntos sobre Dovi es ya una ventaja importante», señaló Márquez, que negó haberse picado con Maverick Viñales (Yamaha), el otro gran triunfador del día. Bueno, el ganador; el triunfador (es duro, durísimo para todos) volvió a ser Marc Márquez.

Su control sobre el Mundial es tan grande que hasta anuncia lo que ocurrirá el domingo. El sábado dijo «o gana aquí una Yamaha, rompiendo la mala racha que llevan, o no sé dónde y cuándo lo hará, pues en esta pista es muy superior a nuestra Honda y a la Ducati, que sufre mucho». El vaticinio (es duro, insisto, pero real) se cumplió por completo: ganó, arrasó, disfrutó, dominó, controló, se fugó, se lució Maverick Viñales, el mejor piloto de Yamaha. «Cuando Maverick se ha puesto lider, me he aprovechado de él, de su pilotaje, de su superioridad, para alejarme de los demás», dijo Márquez. Y los tres, MVK, el Diablo y Márquez se escaparon, justo después de que Àlex Rins (Suzuki) despreciara, con una caída tonta, otro día de gloria, pues el GP también estaba diseñada a medida de su Suzuki.

MANDO ABSOLUTO / Como señaló Márquez, «todo el mérito para Viñales, que ha sido muy superior ». Pero el mando de la Play Station, del GP, de Assen, del Mundial, lo sigue manejando Márquez. ¿Cómo? Dejó atrás a los tres rivales que teme: Rins se descartó solo («si se hubiese escapado, hubiera tenido que jugármela y, por tanto, su caída me dio descanso»), Andrea Dovizioso se hundió solo (o con su Ducati, que con calor no va, o eso cuentan) y Valentino Rossi rodó solito por los suelos.

El final pareció diseñado por Márquez. Es más, él mismo lo reconoció: «Lo que ha ocurrido era lo que nosotros pensamos que ocurriría. Ha salido todo perfecto. Lo sucedido era lo que esperábamos». Estaba programada (y así fue anunciada el sábado) la victoria de Viñales; volvió a salvarse el pulso con el emergente Quartararo (que ya ganará otro día, ¡porque ganará!); se sembró la discordia en Ducati (la amistad Dovi-Petrucci se resquebraja); Rins sigue sin aparecer como candidato (como él dijo «si no es este año, será el que viene») y Rossi se relame las heridas.