Bastante lejos de la meta, a unos 20 kilómetros, José Joaquín Rojas ya se pone a rueda de Mark Cavendish. Durante la complicadísima entrada a Montpellier, rotonda por aquí, curva de 180 grados por allá, vallas a ambos lados, estrecheces y un pequeño repecho, el ciclista murciano sigue ahí.

El va casi solo, aunque siempre tiene a Fran Ventoso cerca, su compañero del Movistar. Cavendish, machote de la isla de Man, tiene medio equipo del HTC delante suyo, un tren imparable persiguiendo a una pareja de pobres escapados.

"¿El secreto de un buen esprint?" mastica Rojas la pregunta. "Tener un equipo trabajando para ti, protegiéndote, llevándote y manteniéndote en las primeras posiciones y dejándote solo a 200 metros de la meta". Cavendish tiene ese equipo, y les agradece a sus compañeros cada día su victoria. Ayer logró la cuarta en este Tour, su 19 en total en la ronda francesa. "Con todo lo que ellos han trabajado para mí, no les puedo defraudar".

Claro que cuentan también las piernas, la fuerza descomunal del inglés; el equipo solo no lo es todo, reconoce Rojas, pero sí marca la diferencia de estar más o menos cansado en los metros finales de una etapa de casi 200 kilómetros a 44,3 kilómetros por hora. Rojas, el mejor esprínter español ante la ausencia de Oscar Freire, lo sufre todo: "Intento pillar la rueda de Cavendish, pero otros quieren apartarte, has de recuperar posiciones, corres en pleno viento, gastas fuerzas antes del esprint".

Es una lucha brutal, a veces invisible para las cámaras. Se quejaba Cavendish que no solo debe batirse con otros velocistas, sino también con los favoritos del Tour, que quieren circular delante, como Samuel Sánchez. "Ha sido muy duro. No solo ha habido codazos, sino incluso bofetadas en plena carrera", dice el escalador asturiano. Pero esos favoritos se desentienden del esprint final, que ya sería una locura total meterse ahí. Rojas celebra que no haya novatos.

A la espera de la lucha final en Los Alpes, hoy hay jornada de descanso. Contador medita.