Que si se había asustado. Que si ya no era el de antes. Que si se había hecho mayor. Que si tras perder el título el pasado año se habían vuelto más conservador. Que si no se atrevía a seguir siendo agresivo, valiente, porque temía caerse. Seguir cayéndose. Que si rechazaba el cuerpo a cuerpo porque su moto no era la del 2014. Que si corría con la calculadora en la mano. Que si había perdido el coraje que lo convirtió en la sonrisa más temible del paddock , en el asesino silencioso. Que si corría para puntuar pero no para trascender. Que si tras los tres segundos puestos seguidos de Mugello, Montmeló y Assen, se había aburguesado, conquistando sin riesgo el liderato del Mundial y acariciando su tercer gran título. Marc Márquez ha tenido que oir algunas barbaridades como estas y muchas otras en las últimas semanas, mientras trataba, en silencio, de convertir en competitiva una moto que no lo era, que no lo es. Así que, llegado el momento de demostrar que nadie, ¡nadie!, arriesga como él, se puso las botas de cazar ratones y se convirtió en el rey de la lluvia y el trueno, en el Harry Potter de la pista cristalina, medio húmeda, medio seca. Y, de pronto, el mundo se entera que no es él, no, quien teme al tiempo, sino los demás; que no es él, no, quien corre conservador, sino el resto; que no es él, no, quien espera órdenes del equipo, sino quien decide lo que hay que hacer cuando las cosas se ponen feas, el día que solo los valientes se atreven a dar un paso adelante.

Alguien que ama el comodín de los 24 y 42 puntos que tenía sobre Jorge Lorenzo y Valentino Rossi, alguien que espera el fallo de los demás, alguien que corre, dribla, se tumba y pilota conservador, no se atreve a ser el primero en montar neumáticos de seco sobre una pista aún mojada. Solo alguien que decide intimidar a sus adversarios, solo alguien que persigue el título ante los mejores, solo alguien que se quiere ir de vacaciones "con los deberes hechos", hace lo que hizo ayer Marc Márquez Alentá, en su jardín preferido, Sachsenring.

48 PUNTOS DE VENTAJA Márquez dejó Alemania con 48 puntos más que Lorenzo y 59 más que Rossi. Y no solo, que también, porque el mallorquín protagonizó el peor fin de semana de su vida ("ni siquiera fuimos capaces de hacer una reunión por la mañana en la que plantear, tal vez, que se secaría la pista", dijo sin vergüenza) o porque el Doctor pasó de su equipo y entró a cambiar su moto cuando le dio la gana, es decir, seis vueltas después que Márquez, sino porque el nen de Cervera, o sobre todo, porque solo los más valientes obtienen la recompensa que merecen: la victoria, la consagración, el reconocimiento, la gloria, presente y futura.

Había que ser muy osado, demasiado, hasta un puntito suicida para, después del porrazo que se había llevado a primera hora de la mañana, cuando destrozó su RC213V en el ensayo matinal, jugarse el tipo a media carrera, ser el primero en admitir el riesgo, él, que poseía el único comodín de la baraja: repito, 24 puntos sobre Lorenzo, 42 sobre Rossi.

"Me había asustado cuando empezaba a secarse la pista, me había equivocado, por copiar a los demás favoritos, en la elección del neumático delantero, no estaba bien, no estaba cómodo, me fui a la tierra, justo en la curva donde me había caído por la mañana, y pensé, en cuanto se seque, ¡me la juego!"

Dicho y hecho. Vuelta 13 de 30. "Veo ya un carril seco, pero no en todo el circuito, no en los 3.761 metros de la pista, solo en parte, pero pienso 'peor de lo que voy, no iré'". Avisa al box, los chicos de Santi Hernández, su jefe técnico, lo tenían todo listo, entra, hace el salto de la rana, vuela de moto en moto y empieza a masticar segundos a 300 kms/h.. "En las primeras dos vueltas con slics estoy a punto de irme al suelo tres veces. ¡Pero gano¡ ¡Gano!".