De regalar, que se sepa, no regalan nada. Más bien todo lo contrario. Toca rascarse el bolsillo, y bastante, y no siempre para acabar comprando lo que se esperaba. Pero todo eso da igual si el premio son unas entradas para asistir a los Juegos Olímpicos. Al menos eso es lo que piensan las decenas de miles de personas que, desde el jueves, se amontonan en las taquillas del Estadio Nacional de Pekín para comprar una de las últimas 250.000 entradas que la organización puso ayer a la venta en la capital.

Entre 40.000 y 50.000 personas formaban ayer colas de hasta dos kilómetros en los alrededores del Nido de pájaro, como es conocido el recinto olímpico, construido expresamente para albergar los Juegos. La policía se vio desbordada por tal avalancha humana llegada de todos los rincones del país. "No puedo perderme esta oportunidad", decía una mujer cercana a los 70 años, feliz tras haber comprado dos boletos. No más. Y es que las autoridades olímpicas han limitado el número de entradas por persona para que los tíquets queden muy repartidos.

Más caro

Este sistema, teóricamente, también impide combatir la reventa aunque la realidad dice que las entradas ya han multiplicado su valor por 10. Un tíquet para asistir a la final de los 110 metros vallas, en la que toda China espera ver alcanzar la gloria olímpica al plusmarquista y héroe nacional Liu Xiang, se cotiza a 840 euros, toda una fortuna en este país, cuando todavía faltan 13 días para la inauguración. Todo en este país es desproporcionado.

"Está siendo muy duro, pero valdrá la pena si puedo participar de los Juegos", explicaba con cara de agotamiento Wang Zongmao, de 73 años, mientras miembros de la organización lanzaban centenares de botellas de agua a la multitud para evitar deshidrataciones. Y es que el calor es sofocante estos días en la capital china, donde se han alcanzado los 35 grados.

A pesar de todo, los aspirantes a espectadores olímpicos no pierden la paciencia, aunque son habituales los mensajes de la organización pidiendo calma y serenidad.