Se rompió el maleficio: fallar en el momento decisivo, algo que, de una forma secular, acompaña a los equipos nacionales y de una manera singular, a los dos deportes mayoritarios: fútbol y baloncesto.

Antes del inicio, se acaba de producir la sorpresa de la victoria de Grecia ante los prepotentes americanos. Los griegos, con su tradicional espíritu competitivo, mandaron a los estadounidenses a pudrirse a la fragua de Vulcano. Mal rival para el bronce. Si para España y Argentina el partido tenía gran motivación, se le añadía un aliciente más. España y Argentina no defraudaron y ofrecieron un duro e intenso partido. Si la ´roja´ comenzó nerviosa, con sus hombres básicos erráticos, la salida de Rudy y Sergio activó el ritmo y la polivalencia de ambos levantó el duelo.

La dureza defensiva argentina, junto al tiro de puntos, mantenía a unos y otros a tiro de piedra. España, sin jugar nada bien, recurría a los chispazos de los jugadores para ganar. El maleficio se rompía sin brillantez pero con eficacia. Quizá el único punto complicado sucedió a 15 segundos del final: España, con un punto de arriba, tomó la opción de dejar el balón en manos de Argentina, decisión casi suicida pero que salió bien.

Hoy que la España futbolera comienza en Badajoz el camino para la próxima frustración, es el momento de conjurarse contra lo imposible. O no. A la espera de mañana, y mientras Pau Gasol intenta recuperarse, se me viene a la memoria una anécdota contada por Pat Riley: Magic Johnson, siempre Magic, en parecidas circunstancias, salió al campo cinco minutos antes del inicio. Su presencia, su espíritu y sus 23 segundos en juego, impulsaron a los Lakers a un nuevo ´anillo´. Pau, entrenadores, a por ellos, por Máter España.