Con su estilo, como si nada trascendente hubiera hecho, ha ido Ernesto Valverde introduciendo matices nuevos sobre una vieja idea de juego. Él no quiere darse importancia alguna, pero resulta evidente que ha logrado reanimar al Barça manteniendo la estructura básica: ocho titulares ante la Juve esta pasada semana (3-0) lo fueron también en la final de Berlín-2015 y también ante el campeón italiano (3-1).

Pero en esa idea, aún muy incipiente, se adivinan rasgos distintos, por mucho que el propio Valverde sostenga, como dijo antes de medirse al Getafe, que "es demasiado pronto para hablar de cambios". Tras perder la Supercopa ante el Madrid, acercándose al "abismo", como dijo el técnico, el Barça se ha levantado con una racha espectacular: cuatro partidos, cuatro victorias, líder en la Liga, con cuatro puntos de ventaja sobre el equipo de Zidane, y buen inicio europeo.

1.- Leo, origen y final

Poco tardó Valverde en darse cuenta de que Messi se aburría en el campo. Bastó ver su pobre actuación en el Bernabéu (un solo remate a puerta y desconectado del juego de manera alarmante) para que el técnico interviniera. Si activaba al 10, todo le resultaría más fácil. No hay secreto alguno en esta ecuación porque todos los entrenadores que han entendido futbolísticamente al genio (Rikjaard en su inicio, Guardiola en su ascensión a la cima y Luis Enrique en la conexión del primer año con el tridente) han vivido mucho mejor. Leo, como origen y fin del juego.

Origen como fuente de luz más poderosa para iluminar el ataque, aunque tenga que retrasarse unos metros hasta el centro del campo. O haya tenido Valverde que cambiarle de sitio. Se olvidó de ocupar la banda derecha para instalar su base de operaciones como media punta, pero resulta imposible encuadrarle en cualquier posición.

Origen del fútbol, pero arropado Messi por más centrocampistas para tejer así líneas de pase con más frecuencia, permitiendo que el equipo se solidifique para que no se parta ni tampoco tenga excesiva distancia entre sus líneas. "Tenemos que ser solidarios, tanto en defensa como en ataque", recalca, una y otra vez, Valverde.

Necesitaba el técnico, y el equipo, que Messi no se sintiera huérfano y desamparado, como le pasó en el Bernabéu. Con socios, casualmente los viejos socios de siempre a su alrededor (Iniesta, Busquets y Rakitic), la estrella ha recobrado la sonrisa llegando desde atrás al área.

Siendo un falso nueve como es, tiene a un nueve auténtico por delante suyo: su amigo y vecino Luis Suárez. Pero eso no altera en nada su relación con el gol como demuestra sus siete tantos en los tres últimos partidos, tras estrellar seis balones en la madera y fallar un penalti en Vitoria. Una vez activado y arropado Messi, todo fluye en el Barça. Y en menos de dos meses, Valverde ha entendido el lenguaje de Leo.

2.- Presión y robo para atacar

A veces, era Sergi Roberto quien estiraba el equipo para presionar hasta el corazón del área enemiga. Así lo hizo ante el Betis en el debut liguero. En ocasiones, fue Busquets quien asumió ese rol. E incluso a Iniesta, tradicionalmete constructivo, asumió ese papel de empujar a la Juventus hasta el hogar de Buffon. No se entiende a Valverde sin hacer de la presión una manera de entender el fútbol como ya demostró con el Athletic. Hasta Rakitic, en determinadas fases del partido, ha sido el jugador más adelantado.

En realidad, el técnico no solo se está defendiendo cuando presiona, dejando en situaciones de uno contra uno esparcidas por todo el campo, sino que está atacando. Todo buscado de manera bien estudiada. "A veces, parecía que el rimo podía ser un poco lento, pero eso nos ayudaba a que el contrario se metiera un poco más atrás", aseguró el técnico azulgrana tras el convincente triunfo sobre la Juventus.

Esa lentitud tenía, sin embargo, otro objetivo oculto, siempre con la premisa "de dominar el juego", como admitió Valverde. "Cuando ellos se metían atrás, nos permitía poder atacar en la pérdida para recuperar bastantes balones y así había una opción más clara de atacar", indicó el técnico, cuya presión se ha interiorizado rápidamente en sus jugadores. Incluso Messi, ya con todo decidido (3-0, m. 90), bajó a la posición de lateral derecho para ayudar a Semedo. Si corre el 10, los demás no pueden quedarse quietos.

3.- La casa vacía de Neymar

No vive nadie en la casa de Neymar. La banda izquierda del ataque azulgrana está deshabitada. No se sabe si por respeto o, quizá, por necesidad, pero nadie ha ocupado el lugar físico del brasileño en la estructura ofensiva. Al menos, en los dos últimos partidos (Espanyol y Juventus), donde Valverde, intervencionista como se está revelando desde el inicio bajo la necesidad de hallar nuevos registros para el Barcelona, ha preferido diseñar otro dibujo táctico.

El tridente, entendido como tal, desapareció literalmente cuando Neymar hizo las maletas y prefirió ser el rey en París antes que el subalterno de Messi en Barcelona. Pero desapareció también en la pizarra porque el técnico, coincidiendo con la llegada de Dembélé al Camp Nou, optó por llenar solo una banda, la derecha, con un extremo puro, de esos que viven unidos por un hilo a la cal. Extremos del siglo pasado, que ya no existen.

En el derbi, fue Deulofeu el inquilino titular del flanco diestro; en la Champions, el joven francés. Ambos estiran el campo por un lado ya que la banda izquierda se convierte en una autopista para Jordi Alba, el jugador que mejor entiende los movimientos de Messi. Y, además, el que mejor aguarda las pausas de Leo.

Asimétrico y distinto es el Barça, aunque mantenga la esencia que busca Valverde. Diríase que el técnico incluso intenta potenciarla aún más en ese lento viaje para devolver el centro de gravedad a donde estuvo siempre. O sea, al medio campo.

"Nosotros tenemos laterales profundos y la amplitud nos la pueden dar ellos", admitió el entrenador. Y Alba es actualmente el okupa de la vieja casa que fue de Neymar. No vive en ella. Entra, llega, asiste (le ha dado tres pases de gol a Messi) y se lo pasa bomba galopando arriba y abajo. "No tienen la obligación de entrar siempre, sino deben administrar y encontrar el momento", comentó el técnico. Nadie como Jordi Alba para correr sin ser visto.