Hace un par de semanas, a raíz de la victoria en el último suspiro ante Huesca con aquel triple de Xabier, escribía un artículo en el que hablaba acerca de la importancia que tiene la experiencia en los momentos finales de los partidos.

Puede resultar ventajista por mi parte sacarlo a relucir ahora tras haber ganado, por tercera vez consecutiva, en las mismas circunstancias. Cómo puede cambiar el panorama de un equipo el hecho de que entre un tiro o no. Se puede debatir acerca de si se juega mejor o peor, de que si no hay que llegar a los últimos segundos igualados ante equipos "teóricamente" inferiores (lo pongo entre comillas por que ya se ha demostrado que de inferiores nada), o de que el equipo no tiene la fluidez deseada en algunos momentos, pero lo único que está claro es que si miramos la clasificación nos vemos en una excelente tercera posición empatados con segundo y cuarto a una sola victoria de un Obradoiro al que todos señalan como único favorito al ascenso directo. Esto, a los ojos de los jugadores, te da una enorme confianza y una tranquilidad excepcional. Verte ahí arriba hace que la motivación e implicación sea absoluta, hasta el punto de querer jugar incluso con problemas físicos que en otras circunstancias hacen que no te pongas el traje de faena (caso Humphrey el otro día).

Mirando pausadamente la clasificación destaca un detalle: la diferencia entre puntos anotados y recibidos. Normalmente, cuando te sitúas en la parte alta de la clasificación el balance es positivo, y mientras más arriba estas mayor es esa diferencia. En el caso del Cáceres, esta desigualdad es de solo diez puntos, lo que indica lo ajustado de sus marcadores y la importancia de saber jugar los minutos finales de los partidos. De los seis primeros equipos de la tabla, el nuestro es el que tiene menor average : +10. Mayor efectividad, imposible.