Luis María Parejo Camacho (Almería, 5-2-1989) está a siete puntos de convertirse, según los siempre exhaustivos datos que maneja Felipe Criado, en el máximo anotador de la historia del Cáceres Patrimonio de la Humanidad. Si todo es normal, el romance entre jugador y club vivirá mañana en Ourense un episodio estadístico. Excelente excusa para charlar con un tipo que, como toda España, se reconoce «conmovido» por la tragedia del niño Gabriel acaecida en su tierra.

-¿Qué supone para usted que vaya a liderar en puntos al Cáceres en toda su historia?

-No soy un tío que se fije en los números. Es algo anecdótico, pero al mismo tiempo importante, porque expresa lo que he vivido aquí, que ha sido mucho ya. La verdad es que me da un poco igual el tema de los puntos.

-Por cierto, ¿Ha jugado alguna vez contra Francis Sánchez? Él se ha mostrado encantado de que le rebase...

-Hace diez años, cuando yo estaba en el Illescas y él en el Tenerife. Es un jugador distinto a mí, desde luego: un anotador nato.

-¿Se lo imaginaba cuando llegó en verano del 2013?

-No. Venía para estar uno o dos años, intentar darlo todo y hacerlo lo mejor posible. Desde el primer momento hubo buen feeling. No lo he contado nunca, pero cuando hablé con Jordi [García León, empleado del club] por primera vez mi sensación fue que lo conocía de toda la vida. Con Ñete [Bohigas] ya tenía una relación fantástica. Todo fue rodado.

-Sus números no difieren mucho de LEB Plata a LEB Oro… Había quien dudaba que pudiese ser un buen jugador en la segunda categoría...

-Yo estaba tranquilo. Confiaba en mí. Había estado en Oro en Illescas y en Alcázar en diferentes situaciones y lo hice bien. Seguí jugando en Plata porque era donde estaba fichando, pero para mí lo importante eran los minutos. Ya tendría tiempo.

-¿Le gusta que se hable de usted como un jugador que hace un poco de todo o es un menosprecio porque no se le considera una estrella a nivel ofensivo?

-Me considero un currante y no me disgusta. Me siento cómodo ayudando a mis compañeros y al entrenador. Hasta he tenido que jugar de base a veces. Me siento realizado cuando hago un trabajo que no se ve.

-Le pidió matrimonio delante del público del Multiusos a su novia, Cristina. ¿Se siente ya un cacereño más? ¿Se ve viviendo aquí en el futuro?

-Sí, creo que sí. Desde el primer momento estuve muy a gusto. Se respiraba baloncesto y había ganas de volver a LEB Oro. Recuerdo haber visto partidos del anterior Cáceres por televisión con Orenga, Paraíso, Ferrán López... Y la ciudad me encanta: es muy cómoda y hay de todo. Tengo mucha envidia sana por cómo es el casco antiguo. Y me encantan Los Barruecos para desconectar después de un mal partido.

-Es un poco obvio preguntarle con qué momento se queda de estos años: su triple que valió el ascenso a Oro…

-¡Claro! Mi recuerdo no ha cambiado desde entonces. Me llegó el balón, vi espacio pese a que muchos dicen que tenía al defensor encima y tiré. Creo que el balón salió perfecto. Lo malo han sido las lesiones: el primer año, el neuroma de Morton y la temporada pasada, la muñeca.

-¿Qué perspectiva le queda para el resto de su carrera y para después de terminar? Acaba de cumplir 29 años…

-Quiero seguir disfrutando del baloncesto lo máximo posible. Ya tendré tiempo de meterme en una oficina. Tengo muchos proyectos para luego. Estudié Administración y Dirección de Empresas y también me gusta la bolsa, la auditoría de entidades deportivas y, aunque no tenga nada que ver, el nutricionismo.

-¿Entrenar?

-A niños, quizás. A profesionales no creo porque te quita muchísimo tiempo, como ser jugador... Me gustaría disfrutar de mi familia.

-¿Qué sensación tiene al acumularse tanta lesión en el equipo?

-El año pintaba súper ilusionante. Es muy duro cuando pasan todas estas cosas. Lo estamos viviendo con muchísima rabia e impotencia. Todas las lesiones han sido fortuitas: pisando a un árbitro como Guille [Corrales], un golpe como Warren [Ward], lo que le pasó a Dani [Martínez]... Todo muy mala suerte. Estamos entrenando siete u ocho. Podíamos estar luchando por la quinta o sexta posición porque teníamos el equipo más compensado de los últimos años. No queda otra que agachar el culo y seguir trabajando. A ver si quien venga nos puede ayudar.

-¿Pero en estas circunstancias el jugador que se queda jugando no lo hace más tranquilo porque sabe que va a estar más minutos en pista y no le va a penalizar tanto el error?

-No, no. Es un arma de doble filo. Entrenas más relajado y en los partidos sabes que vas a jugar más, pero no se trata de eso. Tanto como jugador como para el equipo, tienes que doblar esfuerzos y ser más exigente para que no se note la baja de los demás, intentando sumar donde normalmente no sumas tanto.

-¿Otro año se va a hacer larga la temporada?

-Espero que no porque ahora mismo no tenemos nada seguro. Estamos a una victoria de los playoffs y también vienen apretando los equipos de abajo, así es que tenemos que llegar a los doce o trece triunfos para asegurar la permanencia cuanto antes. No nos merecemos ni nosotros ni la afición que la temporada sea un paseo al final, como el año pasado.

-¿Le sorprende que se cuestione en ocasiones a su entrenador, Ñete Bohigas?

-Partiendo de la base de que cada maestrillo tiene su librillo, ahí no me voy a meter, está claro que a nivel de resultados siempre ha estado ahí, con el ascenso, los playoffs y todo lo que hemos pasado, tanto la temporada pasada como esta. En eso no se le puede reprochar nada. Luego es normal que el aficionado exija, pero él está avalado de sobra en cuanto a su trabajo y su trayectoria.

-¿Es alguien que conecta bien con el jugador, no?

-Es un tío normal, que es lo que los jugadores necesitamos: gente tranquila, que sepa transmitir su baloncesto. En el autobús jugamos a las cartas con él, aunque luego nos eche buenas broncas.

-¿De verdad que no pensará en el récord en Ourense cuando anote su séptimo punto?

-Me daré cuenta al final del partido cuando vea la estadística. Si me quedo en seis puntos, mis compañeros bromearán conmigo, seguro.