El fútbol sala, un deporte del que la federación del fútbol mayor sólo se ha ocupado cuando han llegado los éxitos internacionales, ha vivido su particular fiesta durante las últimas dos semanas con el torneo Javi Sánchez, celebrado en Cáceres.

Alrededor de 500 chavales ha movilizado el torneo que lleva el nombre de uno de los deportistas más importantes que ha tenido Extremadura en su historia. El jugador cacereño acaba de retirarse con un baño de multitudes con los que realmente importa: los jóvenes futbolistas.

Más allá del éxito de la AD Extremadura FS, indiscutible por supuesto, lo más importante, al menos para mí, ha sido comprobar cómo un deportista puede ser espejo de la base. El bueno de Javi --excepcional como futbolista, excepcional como persona-- no se cansó de firmar autógrafos y camisetas durante todo el día ante la satisfacción de los verdaderos protagonistas.

Javi ya es Hijo Predilecto de Cáceres y, si culminan las gestiones, tendrá una despedida en su ciudad con un partido de la selección después de batir todos los registros con cien internacionalidades. Buena idea. Sólo le queda la máxima distinción de la comunidad autónoma: la Medalla de Extremadura. Este año, un año más, se la merece de largo. Y este año, en su retirada, deben dársela. Craso error si no es así, con todos mis respetos para los políticos.