Ya han pasado casi 10 años. Alex Sans era un intrépido estudiante de quiromasaje, acupuntura y osteopatía que buscaba algún ingreso extra con su moto. Hacía poco que se había dado un buen castañazo con la bici. Apuntaba buenas maneras. Pero cayó y se lastimó la cadera. Qué mejor que buscar un trabajo donde pudiera, de algún modo, sentir el regusto del ciclismo.

Por fin cumplió su sueño. Se empleó como masajista y fichó por un conjunto profesional. El CSC acababa de dar el salto al gran pelotón y su contratación estrella no era otra que la mejor figura francesa: Laurent Jalabert. Enseguida tomó a Sans como masajista personal, al igual que hizo después Tyler Hamilton. Pero con Carlos Sastre fue distinto. Casi siempre entre masajista y corredor se traza una amistad. Mientras trabajan las manos, mientras se recuperan los músculos, el cuerpo se relaja y muchas veces el ciclista cuenta sus penas y alegrías a su cuidador, que lo escucha como si de un amigo se tratara.

El año pasado Sastre y Sans hablaron, y mucho, de la gran iniciativa del abulense. Tener un equipo propio y ser la estrella del Cervélo, la escuadra que quería formar la marca de bicicletas canadiense, muy de moda entre los cicloturistas que pueden permitirse el lujo de escoger una máquina de alta gama. Sastre sería el indiscutible jefe de filas y Sans, el director. El sábado debutó como máximo responsable del Cervélo en el Tour.