Pocos imaginaban en verano que el Plasencia estaría a estas alturas con grandes posibilidades de acabar campeón de la primera fase y que el Cáceres se centraría más en evitar las posiciones de peligro. Los verdinegros configuraron un equipo mucho más poderoso económicamente y además contaban con la infraestructura y la tradición de once temporadas en la Liga ACB, de la que procedían. Sin embargo, los impagos a los jugadores durante gran parte de la campaña provocaron su desmembramiento y la sustitución de una plantilla de campanillas por un modelo más comprometido y correoso, pero de menor calidad. En Plasencia pasa todo lo contrario: no hay problemas financieros y los jugadores, sin demasiado nombre, están dando siempre el máximo, sin relajarse.