Día relajado. Sol, 30 grados. Al otro lado de la red Roberto Quiroz, un júnior ecuatoriano, zurdo y sobrino de Andrés Gómez, campeón de Roland Garros en 1990. Rafael Nadal se entrena en una abarrotada pista, la número 5. Al final, un grupo de espectadores le canta el cumpleaños feliz. Sonríe, saluda con la mano y sale firmando autógrafos acompañado por seis guardaespaldas que le protegen en los 400 metros que separan la pequeña pista de las entrañas de la Philippe Chatrier, donde está la zona reservada a los jugadores.

Nadal reaparece en el bar de la prensa para recibir una tarta y una bolsa de Roland Garros con un peluche firmado por las chicas de la organización, una toalla de playa, un par de camisetas y una botella de champán Ruinart de tres litros para celebrar sus 24 años. "Me estoy haciendo viejo, bromea". Su padre Sebastián, sentado en una silla, espera a que acabe el acto para marcharse a comer con el resto del equipo a un restaurante de París. En casa no le han hecho regalos o, al menos eso dicen públicamente, "cada vez es más complicado hacérmelos, ni yo sabría que hacerme", dice Nadal.

No lo cuenta, pero su regalo lo tiene en mente desde hace tiempo, aunque no lo recibirá hasta el domingo. El año pasado se lo quedó Roger Federer. A Nadal se le veía ayer tranquilo mientras comentaba con su tío Toni y su mánager Carlos Costa, algunos momentos del partido de cuartos contra Nicolás Almagro. "Lo mejor fue la victoria y la decisión y valentía con la que jugó los dos tie breaks ", valoraba el técnico. "Rafael tiene la presión de querer ganar Roland Garros, pero eso es algo con lo que juega desde que vino a París por primera vez", decía. Hoy, después de la primera semifinal entre Robin Soderling y Tomas Berdych (TVE, 15.00), le espera el austriaco Jurgen Melzer, sorprendente verdugo de Novak Djokovic. "Si está en semifinales nadie se lo ha regalado", decía sobre un rival, número 27 mundial, que accede por primera vez a la penúltima ronda de un Grand Slam a los 29 años.

LA FINAL FEMENINA La misma edad de Franchesca Schiavone, número 17 mundial, que ayer se ganó el derecho a ser la primera italiana que disputará una final de Grand Slam. La rusa Elena Dementieva le abrió las puertas al retirarse lesionada tras perder el primer set 7-6. Horas después, otra currante de las pistas, la australiana Samantha Stosur celebra su pase a la final al vencer a la serbia Jelena Jankovic por 6-1 y 6-2.