Y una noche Leonel Messi se enojó. Fue en la noche de San Juan, ante una Colombia que él solito pisoteó. El diez, en estado de gracia, descargó su bronca acumulada. Gritó gol y se lo escuchó hasta en Buenos Aires, a 1100 kilómetros, después de lanzar uno de esos tiros libres imposibles de retener y que tanto se le extrañaban. Le sirvió además en la cabeza de Lucas Pratto el segundo. Faltaba quizá lo mejor, casi sobre el final: una cesión a Ángel Di María como si le dijera al oído "es todo tuyo, canta el tercero", después de una jugada monumental que incluyó un taco y una corrida supersónica.

Es decir: un Messi químicamente puro el que puso a Argentina en la zona de repesca. El próximo 24 de marzo, cuando reciba a Chile (que derrotó 2-1 a Uruguay) y, cinco días más tarde, a Bolivia, el equipo que dirige Edgardo Bauza tendrá la posibilidad de volver a estar entre los que clasifican directamente, o seguir sufriendo hasta el último partido, con Ecuador, a fines de 2017. Por ahora, el boleto directo es para Brasil, Ecuador, Uruguay y los chilenos. Después de la goleada de anoche, Colombia quedó en el sexto puesto.

ELOGIOS UNÁNIMES

"Messi salió al rescate, una noche fantástica", dijo La Nación. "El gran protagonista", dijo Página 12. "Perfecto", lo calificó Clarín. "Messi es quien más sintió la derrota contra Brasil y lo dejó en claro en San Juan, en donde la rompió para que Argentina salga del pozo.

¿Turbulencias en el avión? ¿Temblores en el plantel? Cosa del pasado. El capitán se hizo cargo: pidió todas las pelotas desde el minuto cero, recibió faltas de arranque, peleó, corrió para recuperar, asistió... No se le puede pedir más. Se nota de acá a Moscú que cuando Leo se siente cómodo y con sed de venganza, no hay con qué darle".

"Leo Todopoderoso", dijo Olé y no exageró. Messi notó su gol 57 con la casaca celeste y blanca: 17 de esas dianas fueron convertidas en las eliminatorias. Frente a Colombia hizo su sexto gol de tiro libre.

SALTA EL CERROJO EN DIEZ MINUTOS

Messi salió a la cancha con los ojos inyectados de sangre. En las tribunas corearon su nombre. A los 10 minutos se terminó el cerrojo que había tratado de imponer el entrenador José Pekerman. Barrios derribó al diez cerca del área. Tiro libre. Frente a Brasil había disparado dos y el balón rebotó en la barrera.

Pero esta vez el botín recuperó su precisión quirúrgica. La pelota se clavó a en el ángulo ante un impotente Ospina, quien en la pasada Copa America le había atajado todo. Doce minutos más tarde, y con la misma claridad, dejó solo al limitado Pratto, el reemplazante de Higuaín, para que justifique su presencia entre los titulares.

Le pegaron y se levantó. Hizo que el árbitro Roddy Zambrano amonestara a tres rivales (Arias, Álvarez Balanta y Cuadrado). En el segundo tiempo pareció frenar la máquina. Pero a los 83 minutos, y después de una jugada de lujo, le robó el balón a Jeison Murillo y enfiló hacia la portería. Quiso dársela a Higuaín, quien al ingresar, había sido cruelmente abucheado. El de la Juventus pasó de largo. Llegó Di María para cerrar el marcador.

GANAR COMO SEA

"Hay que ganar como sea", había dicho Messi antes del encuentro. Más allá de la goleada, Argentina sigue siendo un equipo muy desparejo, sin grandes ideas, y que depende exclusivamente de que el genio frote la lámpara que tiene en sus pies.

Argentina tomó aire, pero la federación de fútbol no ha dejado de ser un caos ni lo dejará de ser por muchos meses. La victoria, claro, da respiro, atenúa las críticas. No se buscará el pelo en la sopa, como se dice aquí, al menos hasta marzo. Bauza contará con cuatro meses para intentar armar un equipo a imagen y semejanza: más compacto y con menos veleidades ofensivas. Sabiendo que tiene al mejor. "Siempre es determinante", dijo y se deshizo en elogios.