Nadie tenía dudas ayer. El miedo tumbó a Lance Armstrong. El ciclista estadounidense fue el primero en caerse. Lo hizo solo, posiblemente porque se asustó por una estrechez de la carretera. Tocó el freno delantero, bloqueó la rueda y salió despedido de la bicicleta. A su estela, una veintena de ciclistas se fueron al suelo. Ayer regresó a Estados Unidos, en un vuelo desde Madrid a Nueva York, para enlazar desde allí con Houston (Tejas). Su intención es operarse hoy mismo para iniciar de inmediato la recuperación. En 10 días quiere volver a montarse en la bicicleta, ya que su objetivo es disputar el Giro, tal como tenía previsto antes de estamparse en la primera etapa de la Vuelta a Castilla y León y fracturarse la clavícula derecha.

Contrariamente a lo que se creía, la fractura del lunes no fue la primera que sufrió Armstrong. Según pudo saber este diario, tras la disputa del Tour del 2000 y pocas semanas antes de celebrarse los Juegos Olímpicos de Sídney, el tejano sufrió una caída en los alrededores de Niza que le provocó una fisura en una vértebra. Armstrong escondió el accidente, que mermó su rendimiento en la cita olímpica, donde solo pudo ser bronce en la contrarreloj.

Los corredores de la Vuelta a Castilla y León consultados por este diario mostraron su extrañeza por el comportamiento de Armstrong en carrera. Todos lo vieron sumamente nervioso, demasiado tenso, excesivamente precavido y con miedo.