A la hora convenida, Francisco Fernández Calderón, ‘Kiko’ (Castuera, 26 de diciembre de 1987) se encuentra en un receso de su tarea de reparto de bombonas de butano en su localidad natal «y todos los pueblos de alrededor. Yo hago muchas cosas distintas al día, muchas», dice con orgullo y naturalidad este futbolista dicharachero que vive unos días con sentimientos encontrados tras su salida de un Azuaga al que dice haber entregado todo durante las últimas seis temporadas.

«Me hubiera gustado salir de otra manera y no he tenido ni una llamada ni whatsapp del entrenador ni del secretario técnico», lamenta Kiko, alguien que sí se congratula de las «muchísimas» muestras de cariño recibidas durante los últimos días. «Yo creo que no lo merecía. Lo he dado todo, incluidos dos accidentes, uno de ellos con siniestro total del coche este año yendo a entrenar», apunta, dolido, este jugador tan especial, tan inquieto, con una personalidad diferente a la del común de los futbolistas.

Reclamación

Además, dice que todo puede ser consecuencia de sus reclamaciones que, como capitán, ha hecho durante los últimos meses, entre ellas «qué menos que se nos pagara el mes de marzo, como se había quedado».

Lejos de polémicas y esperando concretar alguna de las ofertas que tiene sobre la mesa (es evidente, para él, que a sus 32 años divisa lejos en el tiempo la retirada), la figura de este centrocampista poderoso físicamente se alarga a otros ámbitos diametralmente distintos. «He ido sin dormir a partidos», asegura, por estar en otras tareas, no por exceso en el ocio nocturno. Y es que, aparte de repartidor de butano, es feriante durante el verano, regentando un puesto de venta de hamburguesas. «En mi pueblo, en Zafra, en Cáceres, en la provincia de Huelva, estoy en 20 o 21…» y lamenta este verano esa ocupación no la tendrá por los efectos negativos de la pandemia.

Muchos acomodos

«En el Villanovense me pusieron una multa porque me pillaron con el tema del pádel; no sé cómo se enteraron, la verdad», relata Kiko, cuya carrera ha sido notable en cuanto a clubs de relieve de la región: con 17 años debutó en Segunda B en la última época de Iosu Ortundo en uno de los antiguos Extremadura. «Después me fui al Sporting Villanueva, también en Segunda B, en el que había dinero y al que me llevó Paco Ramos, el Villafranca, el Jerez, de nuevo me fui a Villanueva del Fresno, el Don Benito, con Manolo Mendoza, el Villanovense y después ya el Azuaga estos últimos seis años», enumera.

Pero aún hay más: es triatleta, y asegura que se aplica a fondo en cada uno de sus entrenamientos. «Llevo ya compitiendo tres años y espero que este verano lo vuelva a hacer en la zona de Jerez, donde es mi novia, si todo va bien». Y es que, dice, «me encanta el deporte».

Pero Kiko es algo más que eso: «Soy muy competitivo». Y tanto. En la vida misma. En todo. Todo un personaje del fútbol extremeño, con el que hacer un repaso de nombres no es hablar en chino: de norte a sur, de este a oeste, allí donde nos situemos conoce a muchos de sus colegas ¿de profesión? ¿de devoción? Lo que es evidente es que es el fútbol es algo especial para él, el hombre de las mil caras.