De milagro a hazaña. El transcurso del tiempo ha rebajado la elocuencia del adjetivo para calificar una remontada del mismo modo que el equipo ha ido cogiendo peso en el concierto internacional. Del ´milagro´ que supuso igualar un 3-0 ante el Ipswich Town, en la Copa de la UEFA en 1977 al ´festival´ con que se distinguió el 5-1 sobre el Chelsea en la Champions del año 2000. Desde entonces, no ha sido necesario apelar a la épica.

Cinco remontadas conserva el imaginario culé en 33 años. ¿Pocas? Tal vez porque el Barça no se ha visto obligado a protagonizarlas por su entidad como equipo salvo en contadas ocasiones. Mañana será una de ellas y, como en todas las anteriores, la alineación estará por formada por 12 jugadores: los 11 que elija Guardiola y el que personificarán las miles de gargantas en el Camp Nou.

El ruido del estadio

Cuatro de las cinco remontadas han necesitado de una prórroga y tres de ellas, de la tanda de penaltis. Las tres primeras, cuando el Barça debía levantar un 3-0 adverso de la ida.

La carga ambiental del estadio ha sido el denominador común en todos los casos, así como la tensión sobre el césped, con expulsiones y penaltis, y la emoción por la incertidumbre del marcador. "En el césped, el ruido del Camp Nou aturde", ha explicó Rafa Zuviría, uno de los héroe de la segunda remontada, a lo largo de esta semana.

Superar la eliminatoria de turno ha exigido, siempre, una excepcional actuación de cada generación que se ha visto obligada a sobrevivir en Europa. Sobrevivir, que no ganar el título.

Solo en un caso la gesta puntual concluyó en la conquista de la competición: la Recopa 78-79. Uno de los más recordados: el 3-0 al Anderlecht el día de todos los santos de 1978. "Han prefabricado un clima hostil para ganarnos", dijo después del partido Raymond Goethals.

Krankl y Heredia anotaron el 2-0 en el primer tiempo y Zuviría, en su acción más destacada como azulgrana, marcó el 3-0 a cinco minutos del final que dio paso a la prórroga y a los penaltis. "Ojalá mi equipo rindiera siempre así", confesó entre orgulloso y triste Lucien Muller, el técnico del Barça. Le despidieron en abril tras sufrir una remontada. Su equipo no supo defender un 4-1 en Mestalla y sucumbió por 4-0 en Valencia. Fue Joaquim Rifé quien saboreó las mieles de la final de Basilea.

Goethals se quejó con más amargura que Bobby Robson un año antes. El recordado técnico inglés era el entrenador del Ipswich Town que cayó de la misma manera en la Copa de la UEFA de la temporada anterior. "Si dijera lo que pienso del árbitro...". Pero Robson sí dijo que vio a un Johan Cruyff estelar, que con dos goles, más el último penalti, desempeñaba su papel de líder. Entonces, en el campo, aunque no sirvió de nada meses más tarde. El PSV Eindhoven levantó, con un 3-0, el 3-1 que llevaba el Barça de la ida.

Más glorioso fue el liderazgo del Cruyff entrenador. Bajo su batuta el Barça de las cuatro Ligas y la primera Copa de Europa dejó para el recuerdo una monumental lección el 29 de septiembre de 1993, cuando el dream team resumió las esencias del juego que era capaz de hilvanar y masacró después al Dinamo de Kiev.

La otra batuta

En el césped había otra batuta en manos de Pep Guardiola. El niño que empezó a ser célebre por colgarse en el cuello de Pichi Alonso en la tercera remontada, del tercer 3-0, de la tercera tanda de penaltis. El del encuentro ante el Goteborg, donde el Barça de Terry Venables agotó el caudal de suerte antes de viajar a Sevilla.

Guardiola fue el niño de Goteborg, el cerebro ante del Dinamo, el capitán ante el Chelsea y será el entrenador contra el Inter. Diez años (18 de abril del 2000) desde una goleada antológica, con cinco goles (5-1), dos postes y un penalti fallado. "Quiero que mi equipo sea recordado", había dicho Louis van Gaal en la ida, antes de encajar un 3-1 en Stamford Brigde, cuando su Barça, bicampeón de Liga, llevaba 9 victorias consecutivas.