Es el último milagro extremeño en forma de entidad deportiva. Es el Cefo FS, club que milita en la Segunda División femenina del fútbol sala nacional con el perfil evidente de ser el más modesto entre los modestos de la liga. Es el equipo de los apenas 12.000 euros de presupuesto.

Es el plantel de los largos desplazamientos, sin apenas descanso, y por supuesto ni siquiera un par de horas en un hotel tras recorrer España de oeste a este. Es el club, además, que gana partidos constantemente desde antes de Navidades tras un súbito cambio de dinámica, antes perdedora. Es la entidad en el que sus propias jugadoras buscan publicidad pateándose bares y empresas y en el que, de momento, adelantan el dinero para subsistir en un tramo de la temporada en la que las subvenciones (pocas) no han llegado aún.

Es el «grupo excepcional de chicas», en palabras de la entrenadora, Ana Pérez, el que ha encumbrado al representante extremeño en la categoría de plata tras cinco años de vida de un club nacido desde el empeño inicial y la generosidad del empresario Iván Escobar, además del esfuerzo de las verdaderas protagonistas.

El club en sí es de Villanueva de la Serena y el nombre procede de una academia de formación de Escobar, pero aquí todo es milagroso: la mitad de las futbolistas vienen a entrenar (cuando el pabellón José Manuel Calderón está disponible) desde Cáceres, donde estudian y viven. Las diez de la noche es un horario habitual para ejercitarse, «y no fallan nunca. Otra viene directamente desde Badajoz; el resto, de Villanueva y Don Benito», dice Ana Pérez, exjugadora del equipo y que ahora, con ella al frente, están en la zona media-alta de la tabla dentro del contexto de una mejoría más que palpable.

Ana Pérez tiene 37 años y hasta hace unos meses jugaba. Ahora se siente feliz entrenando, cuando se lo han pedido, y a la vista está que con evidente éxito. «Estoy a veces una hora solamante preparando el entrenamiento». ¿Esa es la clave del rendimiento? No solamente estriba ahí. «Las chicas están muy preparadas. Recuerdo que hay al menos cinco que estudian o han estudiado Ciencias del Deporte y eso da nivel», afirma.

«Mi objetivo siempre va a ser mantenernos y lo vamos a conseguir. A mí no me da miedo nada. No me creo inferior a nadie. Si tuviéramos 20.000 euros de presupuesto en vez de 12.000 estoy segura que íbamos estar ahí arriba, aspirando a subir», dice. Junta, Diputación y Ayuntamiento aportan, aunque sin alharacas.

«Llegamos un poco cansadas, pero vamos a Elche, Murcia, Valencia...». Con furgonetas incluso alquiladas (otra es propiedad del presidente) las chicas del Cefo viajan cada dos fines de semana con una inenarrable ilusión.

«Aún queda mucho, pero bueno, nosotros seguimos ahí. Hay poca gente viendo los partidos en los pabellones. Entendemos que, por ejemplo, el Villanovense tenga más ayudas por el seguimiento», dice la entrenadora, muy comprensiva, pero a la vez optimista de cara al futuro. «Esto va cambiando poco a poco», añade.

En similares términos se pronuncia Mayte Pérez, jugadora natural del Botija que lleva acumulados cuatro felices años, pese a que sea del grupo que viaja desde Cáceres. «Somos como una familia». Es la historia, en fin, de un milagro deportivo de primera magnitud. Y en Extremdura.