Wang y su marido forman una de las 598 familias elegidas por el programa municipal ´Hotel olímpico´ para alojar a extranjeros este mes. Suman 726 habitaciones que dan cobijo a un millar del medio millón de visitantes previstos. Una treintena de hogares está en Sichahai, levantado durante la etapa imperial y epítome de la vieja arquitectura pequinesa. Es un oasis en la selva de asfalto y rascacielos.

A las casas antiguas les sobra más encanto que comodidades, así que Pekín inspeccionó las condiciones sanitarias y exigió que una persona hablara inglés, requisito aplicado de forma laxa muchas veces. Recibieron instrucciones de rechazar a tibetanos, uigures y árabes en general. Los 40 euros que Wang cobra a sus huéspedes, ahora taiwaneses y estadounidenses, incluyen un desayuno de leche de soja y churros parecidos a las porras. Sirve comidas por tres euros.

Este siheyuan fue levantado durante la dinastía Ming (1368-1644). Su historia es común: como ordenó Mao, los propietarios alojaron a familias en las habitaciones restantes. En 1981, Wang recuperó la propiedad y las familias fueron reubicadas. Instaló agua corriente y puso lavabos donde había hoyos. Ahora tiene hasta wifi .

El desarrollismo empujó a los pequineses a los altos bloques de cemento. Ahora se ha revertido la tendencia: los nuevos ricos regresan a los siheyuanes , símbolos de ostentación imperial. Uno de tres patios en el cercano puente Yinding cuesta seis millones de euros.