La derrota del Extremadura ayer en Anduva recordó muy mucho a la sufrida hace un año, casi por estas mismas fechas, en el Nuevo Arcángel ante el Córdoba. No fue una derrota cualquiera. Fue un aguijonazo a la confianza de un equipo que parece haber perdido su sello.

«Hemos estado romos en ataque. Hemos sido peores que el mirandés y yo tengo toda la responsabilidad de lo que se ha visto hoy. Estamos en un momento delicado. Tenemos que apretar. Cero urgencias, cero alarmas. Tenemos un equipo mentalmente muy fuerte y no nos vamos a rendir», decía ayer Manuel Mosquera, el primer sabedor que lo de ayer fue un partido horrible.

Al técnico gallego le dolió que el Mirandés le superara en entrega y garra. «Nos han ganado con nuestra identidad. Nos han superado continuamente y eso hay que aceptarlo», haciendo una autocrítica casi instantánea de lo que había pasado.

La parte más dura la vivió el puñado de ochenta valientes que se desplazó desde Almendralejo hasta Miranda de Ebro para arropar al equipo. Sufrieron frio, viento, algo de lluvia, pero sobre todo sufrieron viendo a un equipo desalmado.

La afición azulgrana se desplazó en el autobús que está rotulado con las señas del Badajoz, que curiosamente se desplaza con la misma casa de autocares. Salieron de madrugada de Almendralejo y llegaron de madrugada del día siguiente. Casi 24 horas sin dormir sin premio.

Nombres propios

El encuentro en Anduva tuvo algunos nombres propios. Uno el de Casto, que regresó a la titularidad. Tuvo algunas dudas en el juego aéreo, pero hizo varias paradas de mérito y se le vio más recuperado. No tuvo ninguna culpa en los goles.

Otro nombre fue el de Álvaro Rey. El ex del Badajoz dio una exhibición de potencia, regate y determinación, siendo el mejor futbolista del partido. Completó el envite con un gol. Va sobrado en esta liga.

El otro nombre fue el de Borja Granero, el mejor de los azulgranas. Muy solo en defensa. Un momento delicado.