El paseo de los Los Ingleses separa las turquesas aguas de la Costa Azul de una maravillosa hilera de edificios en la bahía de Niza. Desde la playa se puede divisar la silueta de los jets privados estacionados en el aeropuerto que, cada año, cuando se acerca la fiesta de la Ascensión, transportan a los distinguidos visitantes del Festival de cine Cannes y del Gran Premio de Mónaco de F-1. Esta es una carrera de cine, la cita más glamourosa del mundial, una prueba distinta a todas porque en sus 65 ediciones ha prevalecido el talento del piloto sobre el determinismo tecnológico de los coches, porque el sabor de la historia aún sobresale sobre la insípida imagen de los nuevos circuitos asiáticos.

ARRANCAR PRIMERO "En Mónaco se deja todo en manos del factor suerte y de cómo te salga la vuelta de calificación del sábado, vital,más allá de que el coche vaya una décima o dos mejor o peor. Mónaco es una carrera tan distinta que tiene menos importancia que los coches sean veloces o lentos, constantes o inconstantes", explicó ayer Fernando Alonso en el hospitality de McLaren situado, como los demás, en un pantalán del puerto deportivo, junto a los yates.

Todo en Mónaco es distinto. Los reglajes se hacen a ciegas, con la única experiencia de años anteriores, porque no se puede entrenar. Incluso el circuito se abre de nuevo al tráfico normal el viernes, entre las sesiones libres del jueves y la crono del sábado. En estas condiciones "siempre hay un equipo sorpresa que puede luchar por la victoria", avanza Alonso, vencedor el pasado año.

Kimi Raikkonen, que presume de nuevo barco en el puerto, ganó en el 2005, y Felipe Massa sueña con hacerlo este fin de semana. "Recorro el circuito casi cada día que paso aquí. Para mí es como ir al supermercado", explica el brasileño, que, como su compañero, ha fijado su residencia en el principado. Los dos pilotos de Ferrari no serán los únicos rivales de Alonso. Su compañero, Lewis Hamilton, ganó el pasado año en las GP2 Series y el año anterior en F-3. "Esta es una oportunidad de ganar tan buena como otra", dice Hamilton, quien proclama que su relación con Alonso "nunca ha sido de maestro-alumno, sino de respeto y rivalidad".

Mónaco no es el circuito preferido de ningún piloto, pero es el escenario donde más ansían ganar. La tortura de las 78 vueltas a las calles monegascas con los neumáticos rozando el guardarraíl y un accidente esperando en cada lujoso escaparate esconden el premio más dulce, la victoria más reconocida. Puede que esa sea la razón de que se haya convertido en el GP con más audiencia del campeonato un año tras otro.