Iba despistado por la pasarela que montó la FIFA. No sabía a dónde tenía que ir para recoger tanto premio. Primero vio desfilar a Neymar (Balón de Bronce), luego a Xavi (Balón de Plata) y, finalmente, le tocó a él. Recibió el primer Balón de Oro de los dos que le aguardan estos días. El próximo será el 9 de enero en Zúrich. No hay dudas, pero por si acaso Messi, silencioso durante toda la semana --no habló--, dictó otra lección magistral en Yokohama. Dos goles del monarca indiscutible, un Balón de Oro y una gigantesca llave para abrir el coche que le regalaron por ser elegido el mejor jugador de la final.

El tipo, de 24 años, que apenas habla pero devora con suma facilidad tanto a estrellas consolidadas como a jóvenes emergentes que llegan dispuestos a comerse el mundo y acaban en ayunas. Ayer, Neymar quedó aplastado por el impacto de Messi. "No es la primera vez que jugamos así. Pero al ser una final se le da mucho más valor", aseguró luego Messi.

"Hemos hecho un partidazo, desde el primer momento fuimos superiores", dijo el delantero, el único que ha sido elegido dos veces el mejor. En Abu Dabi, donde marcó un gol con el corazón en la prórroga para abatir al Estudiantes, y ayer en Yokohama para demostrarle al Santos, y a Neymar, que el Barça sigue siendo el maestro. "Lo más lindo es volver a ganar y, como dijo Pep, hacer historia con el Barça", subrayó la estrella.

Pero Messi no se cansa de ganar. "Este vestuario es fuerte, la motivación siempre es alta y seguimos teniendo hambre".