No jugó de nueve. Y aún así marcó un gol y se llevó el aplauso del Bernabéu. Al marcar el 4-2, miró al cielo y dedicó su gol a las víctimas del trágico 11-M. El público lo agradeció porque además Fernando Morientes no se recreó en la celebración.

No luce ese dorsal nueve en la camiseta ni tampoco lo ejerce en la pizarra. Lleva el número diez y en Mónaco actuó de segunda punta, ocupando un nuevo espacio, hasta la fecha desconocido en su vida en España. Aquí siempre fue un nueve de los de toda la vida, una referencia, un oficio que le ha dado crédito.

EL UTILLERO "Gracias por venir". Es la primera frase que le comentó Didier Deschamps a Morientes cuando aterrizó en el estadio Luis II de Mónaco en verano. Le explicó nada más verle que perdonara algunas carencias del club. El Mónaco, aunque vive en una ciudad repleta de glamour no es el Madrid, le dijo. En Mónaco, por ejemplo, el futbolista viaja con sus botas en su bolsa. No las traslada el utillero.

Ayer hizo felices a 800 valientes hinchas del Mónaco que le animaron sin cesar en el tercer anfiteatro del fondo sur. Allí, en la zona de animación del Mónaco, una bandera francesa con un crespón negro en el centro, recordaba y se solidarizaba también con la angustia que vive la ciudad de Madrid estos días.

Morientes demostró que no se le ha olvidado el gol. Juega en un equipo blandito , que sólo práctica fútbol alegre cuando Morientes, Giuly y Rothen se asocian. Y aún así pudo hacer mucho daño. Al final del partido, el delantero nacido en Cáceres se fundió en un fuerte abrazo con Pavón y con Iker Casillas. No parecía un exjugador del Madrid.