Son los magos del trilerismo. Nadie en el mundo de la alta competición y, por supuesto, en el negocio del deporte, cuyo Las Vegas particular es el Mundial de F-1, sabe manejar los tres cubiletes sobre el tapete de juego como los dirigentes de la F-1, sea la Federación Internacional del Automóvil (FIA), la opaca organización de Bernie Ecclestone o la asociación de las escuderías y marcas.

Es absolutamente impensable que un deporte de altísimo nivel cambie las reglas del juego a nueve días de empezar su Mundial. Pues la FIA lo ha hecho y se ha quedado tan tranquila. Lo ha hecho para intentar mejorar la competitividad y, sobre todo, el espectáculo, la diversión, las carreras. Pero no es de recibido que, después de que Max Mosley exigiese a las escuderías que se pusiesen de acuerdo, el Consejo Mundial presidido por el polémico dirigente descartase, casi sin considerarla, la propuesta de los equipos del cambio de puntuación y decidiese, sin consulta previa, que el título será para el piloto que gane más carreras.

Los equipos preferían aumentar la diferencia entre el primero y el segundo de cada GP, proponiendo pasar de los 10 y 8 puntos actuales (y que persistirán) a 12 y 9. Cuando el otro día le preguntaron a Fernando Alonso qué puntuación prefería, dijo, sin cortarse, que "la actual, la de 10 puntos para el ganador, no la de 12". Y, a continuación, fue incluso tan atrevido como para explicarlo. Se lo contaré: los pilotos pagan su superlicencia en razón de los puntos que suman cada año. A más puntos, más euros. Mejor ganar con pocos puntos que con muchos. Mejor pagar poco que pagar mucho.

Es evidente que la FIA no tiene intención alguna de dejar de mandar, de manejar los cubiletes, de hacer trilerismo como ha hecho hasta ahora. Es más, sus dirigentes siempre se reservan el derecho de modificar el resultado de la competición reservándose el derecho de descalificar, de vez en cuando, con motivos insospechados a los pilotos que destacan o que se escapan en la clasificación mundial.

Ahora, incluso se han atrevido, de nuevo sin contar con la opinión de los equipos, a fijar el límite de los presupuestos del próximo año: 33 millones de euros. Sin tener en cuenta, por ejemplo, que muchos pilotos tienen firmados sus contratos por varios años por cantidades que desequilibrarían esos presupuestos. Es evidente que ninguno dejará de cobrar.

Eso sí, la pillería de Mosley&cia se atreve, incluso, a anunciar su decisión de que las multas están al margen de ese presupuesto. Es decir, que si algún equipo es sancionado con los 80 millones de euros que le cayeron a McLaren por el espionaje a Ferrari, deberá de pagar, doble o triplique la cantidad de su presupuesto.

Demasiada cara, ¿no?