Quién dijo que el Tour se acabó el sábado en Ax-3-Domaines? ¿Se lo creyó Chris Froome con su magnífico y letal demarraje a cuatro kilómetros de la cima? La ronda francesa está viva y llena de salud, respira emoción por todos los lados, tiene a un gran favorito, decir lo contrario sería engañar, pero gracias a los guerreros del Movistar, encabezados por Alejandro Valverde, ahora segundo de la general, la prueba no está ni mucho menos decidida. Van a por el jersey amarillo. Es un reto complicado, difícil, pero no imposible. Hay Tour. "Por la mañana estaba tercero y por la tarde ya era segundo. Es difícil, pero queda mucho", palabra de Valverde.

Daba gusto ayer, en la meta de Bagnères de Bigorre, al pie del Tourmalet, ausente y llorado en esta edición tan especial, volver a observar su cara, paseando a su hijo pequeño Pablo, en el cochecito, mientras su esposa, Natalia, le recogía la bolsa de avituallamiento que la organización prepara a todos los ciclistas, que poco después volaban hacia Nantes (hoy, jornada de reposo).

El corredor murciano se había duchado y quitado las manchas negras que le daban un aspecto de minero tras cruzar la meta. Había sido protagonista de una etapa magnífica, descrita por Alberto Contador (sin problemas y a la retaguardia) como la de "mayor desgaste de este Tour". Porque Valverde se había erigido como el capitán de ruta de un equipo sobresaliente, que en esta ronda francesa está sepultando su fama aliada con el conformismo. Ayer, en Bagnères, consiguieron algo que se veía como un imposible. ¿Alguien vio la clásica imagen de los dos últimos años ciclistas? En el Tour, corredores y aficionados se habían acostumbrado a ver repetida una y otra vez la escena de seis o siete corredores del Sky protegiendo a su líder. Todos a una con él. Ellos poniendo el ritmo y el resto de contrincantes a su rueda, sufriendo, sin fuerzas para atacar debido al fuerte tren del conjunto británico, del Sky Home.

Así ganó en París Bradley Wiggins hace un año y de este modo pretendía hacerlo Froome. Pues va a ser que no. Ayer, el Sky hizo aguas y por si fuera poco Vasili Kyrienka, el corredor bielurruso que el año pasado corrió en el Movistar y que fue fichado para ser el lugarteniente de Froome en la montaña, llegó fuera de control. El Sky quería tener a Froome con las espaldas cubiertas gracias al australiano, su amigo del alma, Richie Porte, instalado en la segunda plaza de la general, tapado por si fallaba, tal como hicieron, por ejemplo, en el Critérium del Dauphiné, primero y segundo, tal como llegaron hace un año a París Wiggo y Froome, primero y segundo. Pues bien, gracias al Movistar, ayer Porte llegó a 18 minutos. Eliminado.

EN MEMORIA DE OCAÑA Ayer, seguro que Luis Ocaña, esté donde esté, debió de aplaudir al observar la batalla desatada en el col de Menté, donde una placa recuerda que allí se cayó el 13 de julio de 1971, con el Tour en el bolsillo y con Eddy Merckx entregado. ¿Que en el ciclismo contemporáneo las batallas solo se producen en el último kilómetro? Pues así ocurre casi siempre. En Menté, en cambio, se rompió la norma. Allí los Movistar aislaron a Froome y le hicieron ver que deberá pelear solo en las citas de montaña que aún quedan por llegar: el Ventoux, Alpe d´Huez, el Grand Bornand y el muro de Annecy. Porque sin equipo, por muy fuerte que un ciclista esté, y Froome lo está, es casi imposible ganar en París.

Froome, ayer, tuvo que responder en persona a la ofensiva del Movistar; primero, Valverde, cuando atacó en compañía de Rubén Plaza y luego debió contrarrestar a Nairo Quintana, quizá más descerebrado, con una maniobra del colombiano que solo sirvió para que su equipo no pudiera gratificarse en Bagnères de Luchon con un presumible triunfo de Valverde. La esta fue para Dan Martin.