Demasiados castillos; hermosos, sí, pero con excesivo tiempo para contemplarlos a orillas del Loira, cuando el aburrimiento se apodera de los coches de equipo que siguen a un pelotón que se alarga en la carretera por espacio de 200 metros. Triunfo al esprint de Marcel Kittel, el tercero, con nueva derrota de Mark Cavendish, que no parece tan fino como otras veces. Y caída, porque con etapas tan llanas es imposible que los ciclistas no se vayan al suelo, con tanta gente, con los nervios desencajados. Haría bien el Tour de mirar hacia el sur de Europa --léase Giro y Vuelta-- y anotar los esfuerzos de ambas carreras para evitar jornadas aliadas con el tedio, como la de ayer y, previsiblemente, la de hoy.

Pero mientras se disfruta de los castillos, a ambos lados de la carretera, mientras se conduce el coche a 40 kilómetros por hora, hay tiempo para pensar, para darle vueltas a la cabeza, para reflexionar con lo que falta por llegar, con el Ventoux, el domingo, y con los Alpes, en el menú final de Tour, un postre que debe convertirse en plato principal.

Y así, dando órdenes por la radio, tratando que los suyos no se caigan ni descuiden el contacto con Alejandro Valverde, segundo de la general tras Chris Froome, circuló ayer por la ruta de la 12 etapa del Tour José Luis Arrieta, Arri para todos, el técnico del Movistar que tanto carácter ofensivo está dando a su equipo. En la pasada Vuelta, en el Giro, donde fueron la revelación, y ahora en el Tour: pelea por la general, tres ciclistas en el top-ten (aparte de Valverde, Nairo Quintana, colombiano, y Rui Costa, el portugués con nombre de futbolista), líderes por equipos, sin olvidar el reto del jersey blanco y quién sabe si hasta la montaña.

Por eso, el pensamiento de Arri se tradujo en voz alta al llega a Tours. "Nunca lo tendremos tan cerca. Por eso hay que luchar". Es el testimonio de que no se rinden y de que, sabiendo que la propuesta es difícil y complicada porque Froome es sólido, la felicidad y el optimismo reinan en el conjunto español.