No solo hay látex, vestidos de presidiarias y uniformes del ejercito alemán. Tras el escándalo sexual de tintes racistas que ha protagonizado Max Mosley se esconde una sórdida lucha de intereses en la Fórmula Uno. El presidente de la FIA se someterá, el próximo 3 de junio, al veredicto de su asamblea, con voto secreto. De que continúe o no al frente dependerá que se produzca un cambio radical en el reglamento de la Fórmula Uno y, con él, un cambio en el mapa de poder en el ´paddock´.

Tras la publicación en el tabloide ´News of de World´ de un extracto de un minuto del vídeo de más de cinco horas de la orgía de Mosley, los representantes de McLaren hicieron pública una disculpa del federativo de Chequia que les implicaba en la grabación de la orgía, y poco después, dimitió un agente del MI5 --el servicio secreto inglés-- porque su esposa era una de las participantes en la orgía. Demasiadas implicaciones para una simple juerga de un tipo de 68 años.

Demasiadas incógnitas

Nunca en los últimos 20 años se barruntaba un cambio tan grande en la F-1. Son muchas las incógnitas a despejar, y la primera es saber si Mosley continuará o no. Por ahora, el presidente ha conseguido que la votación sea secreta y eso, sin duda, le beneficia.

De momento, Mosley ya se ha dejado ver por Mónaco, después de hacer pública una nota en la que avisaba que un cambio de presidente haría perder derechos a la FIA frente a la FOM, la organización de la Fórmula Uno que dirige Bernie Ecclestone. Mosley vendió y cobró los derechos de la F-1 por 100 años y ahora quiere renegociar un acuerdo para cobrar más.

Ecclestone está dispuesto a darle más dinero, siempre y cuando el reglamento no sea potestad de la FIA, sino de la propia Fórmula Uno. Pero el pequeño mandamás del circo ya ha advertido a Mosley: "Espero que no intente iniciar una guerra".