Tan solo el emocionante ambiente que acompaña a la F-1 en Montmeló se aproxima a la pasión que desata una victoria de Ferrari en Monza. Decenas de miles de seguidores invadieron la recta de meta para cantar, gritar, abrazarse y llorar cuando Fernando Alonso levantó el trofeo desde lo más alto del podio. Esa pasión casi irracional, visceral, única en el automovilismo, refleja más que ningún número la trascendencia de una victoria que mete de lleno a la Scuderia y al español en la lucha por el título.

Ganar está muy bien, pero cuando se navega cuarto en el Mundial, a 41 puntos del líder se necesita algo más para un día redondo. Ferrari y Alonso lo encontraron en la mala salida de los Red Bull y, sobre todo, en el abandono de Lewis Hamilton. "Yo he salido bien, muy bien, lo que realmente ocurrió es que los McLaren salieron como tiros", desveló Alonso, sorprendido en la arrancada por Jenson Button. Alonso se tiró a la derecha para tapar al inglés. Inútil, ya estaba a su altura. Así que regresó a la parte exterior para coger goma y apurar la frenada, pero Button le tomó el interior y tras él, pegadito Massa. Los tres pasaron el embudo de la primera variante entre golpes.

NUDO AL INICIO "Me toqué con Button, con Massa... por fortuna no pasó nada", confesó el asturiano. O sí. Button, asediado por los dos coches rojos, dijo haber perdido una pieza del difusor en la pugna "y, tal vez, eso me hizo ser menos veloz que los Ferrari, tal vez, no sé". Del lío sacó provechó Hamilton. Había superado en la arrancada a Webber (él y cuatro pilotos más; Vettel perdió tres posiciones: ¡vaya salida de los Red Bull!) y metió el tren delantero de su McLaren entre el Ferrari de Massa y el ángulo interior. Y ¡zas! Massa golpeó su rueda delantera derecha, rompió la suspensión y Hamilton se fue sin dirección por la grava hasta detenerse maldiciendo su imprudencia, su impaciencia, sus ganas de inventar que comenzaron el sábado, cuando decidió prescindir del conducto F, al contrario que su compañero, los Ferrari o los Red Bull. Un error suele provocar otro, y otro... y eso es que lo sucedió a Hamilton en Monza. "Arriesgué demasiado. Errores como el de hoy (por ayer) pueden costar un título", dijo cabizbajo, hundido.

Descabezado el líder del Mundial, era cuestión de decidir el ganador entre Button y Alonso y, no menos importante, saber hasta dónde podían remontar los Red Bull porque Vettel completó el primer paso por meta séptimo (tras Rosberg, Kubica y Hulkemberg), seguido de Michael Schumacher y su compañero Webber (noveno).

El australiano dio cuenta del Mercedes del alemán en la sexta vuelta, y no tardó en colocarse tras su compañero. Había exigido trato de candidato al título tras la carrera de Spa y, fortuito o no, lo encontró. Un misterioso bajón de rendimiento de Vettel ("el motor se está muriendo", dijo por radio) permitió que Webber le adelantara sin despeinarse. Y con igual misterio, volvió a rendir al máximo un giro después, tanto, que con una estrategia agresiva --cambió ruedas en la última vuelta-- finalizó cuarto la carrera, por delante de Rosberg y Webber. Y así todos contentos.

LA AVERIA DE VETTEL Webber recibió trato de líder, pero la mejor estrategia se la dieron a Vettel. A pesar de su juventud (38 años), Christian Horner manejó con destreza una situación difícil. "No fue un problema de motor como creía Sebastian, sino que una pinza de freno se quedó atascada tras la primera variante, hasta que se desenganchó nuevo", dijo el equipo en un comunicado tras la carrera italiana.

Falló Hamilton, en cierta forma los Red Bull, pero acertó Ferrari. Esta vez, sus estrategas lo clavaron, aunque Button y McLaren les aclararon el terreno en la decisiva parada en box que decidiría el vencedor. Button se detuvo primero, Alonso voló en esa vuelta en la que no tenía por delante a Button, Ferrari hizo un gran cambio de ruedas en el siguiente giro y salió por delante del inglés, a quien no dejó adelantar Alonso tras una incorporación fulminante y determinante. Monza bramó, el griterío se elevó por encima del aullido de los motores por el parque que circunda el Autódromo y Alonso respondió a tanta pasión con la vuelta rápida para firmar un triple (pole , vuelta rápida y victoria) que tiñe de rojo el Mundial de F-1, al que aún le quedan cinco carreras.