La maldición ya es historia. Después de 77 años Andy Murray conquistó ese Wimbledon que se resistía para los tenistas británicos desde que Fred Perry lo ganó por última vez en 1936. A la segunda oportunidad, después de haber perdido la final el año pasado ante Roger Federer, el tenista escocés acabó con esa negra racha al vencer en la final al número 1 mundial, Novak Djokovic, por 6-4, 7-5 y 6-4.

"Sabía que todo el mundo ansiaba que un británico ganara en Wimbledon, espero que estéis contentos" dijo, abrazado a la dorada copa, cuando en la pista le preguntaron por sus sentimientos tras esa ansiada victoria que hizo vibrar a los 15.000 espectadores que llenaban la central, entre los que estaba a David Cameron, el primer ministro británico, que no podía contener los nervios, cuando Murray dejó escapar un 40-0 en el que sería el último juego, antes de certificar el triunfo en el cuarto match ball .

VENTAJAS DESPERDICIADAS Tantos años esperando ese momento hacían temer, a pesar de la ventaja de Murray, que el número 1 mundial pudiera darle la vuelta al marcador. Djokovic había desperdiciado una ventaja de 4-1 en la segunda manga y otra de 4-2 en la tercera para poner el miedo en el cuerpo a su rival y parecía capaz de mantener en vilo a todo un país pendiente de ese triunfo.

Pero, después de 3 horas y 9 minutos de emociones, Djokovic puso fin a la agonía lanzando la última bola fuera de la línea. "No recuerdo como ha sido el punto", admitía Murray, que se arrodilló sobre la hierba antes de subirse por las gradas a abrazarse con todo su equipo y especialmente con Ivan Lendl, su entrenador, el exnúmero 1 que nunca pudo ganar Wimbledon y que ayer sonreía feliz por ese éxito como si fuera suyo. "El me ha hecho aprender de las derrotas", dijo valorando a su técnico.

La prensa británica no podrá volver a llamar looser a Murray aunque el año pasado ya había demostrado su transformación ganando el oro olímpico.