Ya podía pegarle Nicolás Almagro todo lo fuerte que sabe con su poderoso brazo derecho, disparar valiente a las líneas, de derecha o de revés, cruzado o paralelo, que una y otra vez la mano de Rafael Nadal aparecía para dar siempre un golpe más, devolver una bola más. Lo hizo en cada ocasión que estaba en juego un punto decisivo. Una y otra vez hasta que acabó llevándose el partido por 7-6 (7-2), 7-6 (7-3) y 6-4 y ganarse por quinta vez su presencia en las semifinales de Roland Garros. La reconquista está más cerca. Mañana le espera como penúltimo rival el austriaco Jurgen Melzer, número 27 del mundo, que sorprendió al serbio Novak Djokovic (3), al remontarle y ganarle el otro partido de cuartos por 3-6, 2-6, 6-2, 7-5 y 6-4.

Almagro entró en la Phlippe Chatrier dispuesto y mentalizado a plantar cara a un amigo, pero enemigo en la pista, que le había derrotado en las seis ocasiones que se habían enfrentado anteriormente. En su cabeza tenía el último partido jugado en las semifinales del Masters 1.000 de Madrid donde le arrebató el primer set y le tuvo contra las cuerdas un buen rato. "Estamos convencidos que podemos ganar", había dicho su entrenador Josep Perlas el día anterior. Y Almagro lo intentó. Su salida fue brutal. Apuntando al revés de Nadal para cambiar a la primera oportunidad un derechazo paralelo bajo y profundo. Valiente y decidido. La táctica funcionó.

SALIDA EN TROMBA Ganó su primer saque, rompió en el siguiente y a los ocho minutos había colocado el 3-0 en el marcador ante una central atónita viendo a ese bruto desconocido, número 21, que no parecía tener miedo de nada ni de nadie. Nadal aguantó el bombardeo de bolas amarillas con estoicismo y esperando su oportunidad. "Al principio ha sido terrible, cada vez te venía una bomba. Era muy difícil hacer el break ", explicó Nadal. Pero lo hizo. A la primera oportunidad. La tuvo en el quinto juego cuando rompió el servicio de Almagro, después de un punto espectacular en el que devolvió una bola rasa lanzada a la valla lateral y luego corrió a la otra punta de la pista para contestar con un paralelo ante la mirada atónita de Almagro y el ¡oh! de asombro de los 12.000 aficionados que llenaban la central de Roland Garros.

Nada fue igual a partir de ese momento. Almagro mantuvo el tipo y el pulso, pero Nadal ya no se dejó sorprender más. La igualdad se mantuvo hasta llegar a los tie break . Y en los dos Nadal decantó el triunfo de su lado. "Estoy muy feliz por como los he jugado. Concentrado y agresivo", valoraba tras la victoria. Se los apuntó con más facilidad de la que cabía suponer. "Los he jugado mal", se quejaba un sincero Nicolás Almagro.

En el del primer set Nadal hizo un minibreak ganando un punto de saque-volea para tomar una ventaja que no dejó escapar cediendo solo dos puntos más. No fue la única vez que jugó de forma ofensiva, también lo había hecho para salvar un break point en contra en el noveno juego de la primera manga. El único que dispuso el tenista murciano hasta el final del partido. El segundo tie break también lo resolvió Nadal con eficacia al adelantarse 4-0 y ganarlo por 7-3. "Era imposible, me ha metido cinco winners golpes ganadores de derecha", se quejaba con desesperación Almagro.

Con dos sets de ventaja Almagro mantuvo la presión, pero cada vez era más consciente de la imposibilidad de sorprender a Nadal. "Es el número 2 del mundo. Sinceramente, para qué vamos a engañarnos, aún no he encontrado la forma de ganar a Nadal", admitía tras el partido, orgulloso de salir de la pista con "la cara alta". Nadie dirá que no luchó. Lo hizo hasta la última bola, pero después de 2 horas y 35 minutos por séptima vez tuvo que ceder ante el tetracampeón de Roland Garros. Aún hay diferencias. Muchas diferencias.