El miércoles por la noche Rafa Nadal surcó como un meteorito en un viaje sideral de solo 100 minutos su partido de cuartos de final del Abierto de Estados Unidos contra Tommy Robredo, verdugo de Roger Federer. Con un incontestable 6-0, 6-2 y 6-2 se aseguró la semifinal que le mide mañana a su viejo amigo Richard Gasquet, como él de 27 años. Y fue en sus primeros 22 minutos en la pista Arthur Ashe donde el mallorquín enseñó al mundo esa otra galaxia a la que pertenece junto a Novak Djokovic.

Con una agresividad inusitada --confesó que él mismo "no esperaba jugar a ese nivel"--, muy satisfecho con su derecha y su revés, con su precisión en los demás golpes, su dominio de todos los movimientos y el control de la pista, el 12 veces campeón de Grand Slam tiene claro que ese es "el camino a seguir". Y si lo hace es intratable.

Aún más. Nadal ya ha ganado los 20 partidos en pista dura que ha disputado este año y no ha perdido su servicio en 82 encuentros consecutivos este verano. En Flushing Meadows, donde antes de la ausencia por su lesión el año pasado ya se coronó en 2010 y fue finalista en 2011 (en ambos casos ante Djokovic), solo ha cedido por ahora un set. Está imparable.