Se acabó el récord. La racha de partidos seguidos ganados en tierra por Rafael Nadal se quedará en 81. Pero ahí queda la proeza. Y tuvo que ser Roger Federer quien le ganara ayer en la final del Masters Series de Hamburgo (2-6, 6-2 y 6-0) para poner el punto final a un ciclo increíble que comenzó el 8 de abril del 2005 en Valencia. De eso hace ya dos años, un mes y 12 días.

"Si tenía que perder contra alguien, tenía que ser contra Roger. Federer me ha pasado por encima a partir del segundo set" admitió con resignación Nadal tras recibir el trofeo como finalista en Hamburgo. Una situación nueva porque hasta ayer no se le había escapado ninguna de las 16 finales de tierra desde el 2004, entre ellas dos Roland Garros y seis de Masters Series.

Además, ayer fue la primera vez en las seis ocasiones que ha jugado en tierra contra Federer que perdía. Nadal no encajaba un 6-0 desde el año pasado en el primer set de la final de Wimbledon, también ante el suizo.

INYECCION MORAL Posiblemente por todo eso, Federer lo celebró con un espectacular grito en el centro de la pista del Rothenbaum Sport de Hamburgo ante los 13.300 espectadores que llenaban las gradas. Su gesto de euforia demostró las ganas que tenía de acabar con esa cruz que llevaba cada vez que pisaba el reino de Nadal. Por fin pudo ganarle un partido en tierra. Y eso, a una semana del inicio de Roland Garros, el próximo domingo 27 de mayo, no deja de ser una inyección de moral para el número 1 del mundo, obsesionado con conquistar el único Grand Slam que falta en su colección personal, en la que ayer sumó el título 48 de su carrera.

Una victoria importante después de tres meses en blanco desde que ganó el torneo de Dubai a finales de febrero. Una mala racha que ha provocado el despido de su entrenador, el australiano Tony Roche. ""He tenido un día formidable. Es muy agradable jugar bien de nuevo. Siento que todo vuelve a estar en su sitio", explicó el jugador suizo tras ganar un torneo talismán, que ha conquistado en cuatro ocasiones (2002, 2004, 2005 y 2007).

No pensaba igual al principio de la final. Federer parecía ir directo a una nueva derrota cuando Nadal le ganó el primer set en 39 minutos. El tenista manacorense entró en la pista dispuesto a decidir por la vía rápida, posiblemente consciente de que estaba al límite de sus fuerzas después de seis semanas agotadoras.

El día anterior, ante Lleyton Hewitt, ya le tocó sufrir para superar al australiano. Algo parecido le había pasado la semana anterior en las semifinales de Roma, cuando el ruso Nikolai Davydenko le forzó a jugar tres horas y media. Ayer quiso seguir la misma táctica que le permitió al día siguiente vencer con gran facilidad en la final del Foro Itálico al chileno Fernando González. Tenía que ser igual de ofensivo.

En el primer juego, Nadal tuvo dos bolas de break (15-40) que Federer salvó después de siete minutos de lucha. El primer aviso estaba dado y la confirmación llegó al romper los dos siguientes servicios del suizo, para colocarse 5-1 y rematar la manga en el primer set ball. Federer se desesperaba por su impotencia y los errores no forzados.

El segundo set empezó igual y en el tercer juego Nadal dispuso de dos break points (15-40) para romper de nuevo el saque del suizo. No lo consiguió. Y a partir de ese momento todo cambió. Federer se vio perdido y cambió su táctica. Ser más ofensivo y evitar los largos peloteos. Su premio fue romper el servicio de Nadal, adelantarse 3-1 y devolverle el 6-2.

Pero Federer no tuvo respuesta. Ganó los seis siguientes juegos ante un Nadal desconocido que se movía como un boxeador grogui, agotado más mentalmente que físicamente y que no parecía tener respuesta al festival de golpes con el que remató su faena Federer. Una victoria que le permite creer en esa tierra prometida que para el suizo es ganar Roland Garros. Aunque en París, Nadal le esperará dispuesto a "empezar otra racha".